"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la
sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".
Homero, Odisea, Canto I
viernes, 1 de octubre de 2010
Ascenso y caída de Axel "Gillette"
Me miro al espejo y el éxito me saluda. Hola; mi nombre es Axel y todos ustedes me conocen. Soy ese hombre que sale en los anuncios de productos para el afeitado en horario de máxima audiencia. Soy la viva imagen del triunfo, de la seguridad, del liderazgo. Yo soy el macho alfa.
Me levanto cada mañana entre carísimas sábanas de un blanco deslumbrante que cambio cada semana para que jamás lo pierdan. Y salgo de ellas justo cuando el Sol amanece rojo y radiante, iluminando el cuerpo desnudo de mi amante, una rubia despampanante que aun duerme apenas cubierta por un pliegue. Voy al baño sin asomo de cansancio ni pereza, tan solo para afeitar una barba incipiente que la noche anterior me sirvió para seducir sin remisión y que desaparece limpiamente sin ofrecer resistencia al deslizar de la cuchilla.
Tengo un lujoso ático/dúplex/loft en pleno centro por el que pago una barrabasada, un Audi TT nuevo que me cambiaré en dos años y unas Ray-Ban de edición limitada. Mi piel solo la tocan trajes de Armani, perfumes de Hugo Boss y un reloj tan caro que con lo que me costó viviría una tribu en Somalia durante un año. Desayuno café solo y whiskey de malta que me traen ex-profeso de Escocia.
¿Hay algo que no tenga? Sí, por supuesto; no tengo un solo pelo fuera de mi cabeza, ni un gramo de grasa localizable en mi perfecta anatomía. Piso mas el gimnasio que la casa de mis padres y nunca me abandona el desodorante.
Trabajo como asesor financiero para una multinacional, mi sueldo mensual se escribe con seis cifras y tengo una Visa Oro. Presumo de gastar mas de lo que ingreso y de que me den crédito en todas partes. No tengo horarios ni calendario. Viajo en Business y cinco estrellas. Nunca digo mas de dos palabras al servicio ni admito excusas. Reservo mi conversación para los que estén a mi altura.
* * *
Me ha citado mi jefe para dentro de media hora. Afilo la mirada; la semana pasada despidieron a Morgan y hace un mes a Lehmann. Cada vez menos tiburones en la piscina, mas carnaza para mí. No me han dicho para qué me mandó llamar pero no me cabe la menor duda de que para darme las carteras de clientes de esos perdedores.
Dicen que Morgan ha tenido que devolver el coche de empresa, que ha dejado su apartamento en el Soho, y que ya no le quieren ni ver en el Club de Tenis. De Lehman cuentan cosas peores; que no pudo pagar las deudas y perdió su casa, que lo dejó su novia por otro, que no encuentra empleo porque tiene demasiado currículum, que hizo de chapero en algún bar para ejecutivos hasta que se pasó de la raya con la cocaína (me salió un chiste) y le quedaron secuelas, que le han visto intentando vender pañuelitos en los semáforos ... Perdedores.
Mi jefe es un tipo gordo, calvo y peludo. Tiene una mujer horrible y un perro detestable. No nos parecemos en nada y me resulta imposible pensar que con el tiempo me acabe convirtiendo en él pero, por otro lado, mi carrera me lleva a eso. Tarde o temprano escalaré hasta donde él se encuentra y se echará a un lado o le apartaré, ¿seré entonces como él?. Al pensarlo por una vez una cierta angustia me recorre el espinazo y el vientre mientras entro en su despacho y me dirijo a su lujosísima mesa de madera tropical. Una angustia que no se reduce, antes al contrario, al contemplar su expresión, con una sonrisa reptiliana dibujada en su semblante. Me invita a sentarme, me empieza a hablar de la crisis, la empresa ha de satisfacer las expectativas de sus inversores, hay que aligerar el número de ejecutivos. No hay que verlo como un fracaso; es una oportunidad ...
La navaja se desliza, pero esta vez a su paso sale sangre. Me sorprende: la sangre es roja, quién lo iba a decir.
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Es el retrato de siempre, nombre que hace años puese a un cuadro que pinté, y ciertamente había en él, como en tu relato, un rojo sangre intenso. Por desgracia, esa sangre es con demasiada frecuencia la nuestra...
ResponderEliminarUn abrazo.
Al final, todos, mejores o peores, víctimas o ejecutores, seremos devorados por el sistema. Todos terminaremos sabiendo que la sangre brota de las heridas y que es roja.
ResponderEliminarPero lo que me inquieta es saber cúantos de nosotros seríamos Axel Gillete si pudiésemos, cuántos espiarían su caída y ansiarían su puesto. Porque al fin y al cabo esa es la imagen que hoy nos devuelve el espejo cuando nos confrontamos con nuestros sueños. Una imagen tan ajena al significado de lo humano que ya carece de todo sentido. Ni siquiera es individualismo extremo. Es la pura y simple negación del ser.
La imagen que me devuelve mi espejo quizá no se corresponda conmigo, ser que bracea desesperadamente en un mar de dudas terribles, sin apenas madero al que aferrarse. Pero desde luego, lo puedo afirmar con rotundidad, no es la de ese señor que nombras. El ser individual que porto se aleja a pasos agigantados del ser colectivo que trata de aplastarlo, intenta mantenerse a salvo de la corrupción que emponzoña el espíritu humano, y, por suerte, ya ha dado muestras de ello, aun a costa del beneficio económico y social prometido. Así somos, unos y otros.
ResponderEliminarLa gravedad del sistema, el capitalista ahora imperante, condiciona lo colectivo (¡qué paradoja!) y arremete contra la libertad del individuo. Desde hece años, desde que supe que esa marca de cuchillas y productos para el afeitado deslocalizaba sus fábricas buscando siempre menores costos y mayores beneficios (incluso más allá de los deseables, permitidos o legales), me rasuro con otros productos, sin marca. Las empresas que hay detrás quizá sigan el mismo juego salvaje del liberalismo supercapitalista, pero todavía no lo sé. Si así fuera, probablemente sería hora de dejarse crecer la barba.
Disculpa mis desvaríos, que nacen de la profunda decepción en el hombre y su creación.
Un abrazo.
Hay un par de películas actuales que hacen una buena reflexión sobre este planteamiento (una de ellas te la comenté hace poco): "Up in the Air" y "The Girlfriend Experience", que aprovecho para recomendar "cinéfilamente" por aquí, para quien le inquiete el tema..
ResponderEliminarPor cierto.. Me gusta mucho esta foto..
ResponderEliminarFelicitaciones una vez más por la entrada. No deja de sorprendernos su creador, esta vez con un microrrelato que se aparta de los temas cotidianos del blog, pero inmerso en la tónica intimista y preocupada del autor por la sociedad y cuanto la rodea. Buena pluma, buenas fotos, variedad, compromiso, ¿qué más queremos? Ah, sí, ¿alguna noticia de Snoeland?
ResponderEliminarJavier, puede que a ti el espejo no te devuelva la imagen de Axel pero a la mayoría sí. Muchos, incluso los que denostan esa imagen del triunfo se ven sometidos sin ser conscientes de ello al conjunto de anhelos que Axel personifica; por eso es un icono que vende mercancías. Y fíjate que ni siquiera hace falta ser hombre para admirarlo. Muchas mujeres tienen un ideal de virilidad que se ajustaría bien a semejante personaje. Y eso que Axel no es un hombre, es un reptil antropomorfo.
ResponderEliminarYui, sí, ya tuvimos la oportunidad de charlar un rato de ello (y eso no poco influyó en esta entrada).
Por cierto..la foto es muy mala técnicamente pero me gustó la composición y el color. De lo cual no soy responsable porque salió así por casualidad, al intentar que la cámara no saliese reflejada en el espejo.
Deckard, sí, tienes razón. Algún día ...
ResponderEliminar"Entre pillos anda el juego"
ResponderEliminar"American Psico"
"La hoguera de la vanidades"
"Wall street"
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y ahora "Wall street, el dinero nunca dureme"
La iconografía del éxito es extensa y extraña, lo peor del caso es que algunos pueden caer, pero el sistema que los aupa sigue ahí, y sin visos de terminarse...Hasta Sarko dijo que había que refundar el capitalismo, pero me parece que fue una bravata del pequeño Napoleón.