"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la
sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".
Homero, Odisea, Canto I
viernes, 17 de septiembre de 2010
Le informamos de que, en este momento, Dios está ausente o fuera de cobertura ...
Como me recordaba hace poco un amigo, llevamos al menos 40.000 años preguntándonos por el mundo y por su sentido. Una eternidad, por lo menos visto desde la frágil y huidiza vida de un ser humano, tratando de saber quiénes somos y de aliviar nuestra soledad existencial.
Si trajésemos hasta aquí, hasta el presente, atravesando ese océano de tiempo a uno de nuestros antepasados a buen seguro nos creería dioses. Hemos comprendido las reglas básicas de la naturaleza, la hemos dominado y sometido, hemos abarcado con nuestros brazos el mundo y lo hemos explorado hasta el último de sus rincones. Podemos volar, comunicarnos unos con otros a miles de kilómetros de distancia, hemos escuchado los ecos de la creación y hoyado la superficie de otro mundo. Nuestro mundo sería un galimatías alucinante para él. Y sin embargo, ninguno de nosotros sería capaz de entender el mundo, la vida y a sí mismos como él.
Y cuanto menos entendemos el mundo y a nosotros mismos mas nos empeñamos buscar algo o alguien que nos devuelva el sentido del equilibrio. Solo que ese algo o alguien o no nos escucha o somos incapaces de oírlo. De modo que en cuanto encuentran a alguien que afirma tener comunicación con ello, muchos lo creen sin mas.
Buscamos alivio a males que nosotros mismos hemos creado. Esperamos de la trascendencia que nos absuelva del mal o de la apatía, y que nos conforte con la promesa de un futuro en el que queden resarcidos. Y mientras dejamos que todo transcurra igual.
Hace casi 2000 años, un profeta, un tal Yehud ben Josef, enseñaba por las aldeas y ciudades de Palestina que el primer y mayor de los mandamientos de la ley de Dios era amarnos los unos a los otros. A mi me parece que ello implica escucharnos, a los demás y a nosotros mismos. De entonces a ahora sus discípulos han venido discutiendo sobre cosas como si la fe y la observancia estricta del dogma eran condiciones necesarias y suficientes para la salvación, sobre si las mujeres poseían un alma inmortal como la de los hombres o sobre si considerar la posibilidad de que el ser humano descienda del mono es una afrenta a Dios. Pero se han olvidado casi por completo (¿sobra el casi?) de aquel mandamiento. Y no son los únicos.
Ahora que el mundo parece estar viniéndose abajo, muchos vuelven sus ojos en busca de Dios o de su remedo. Esperan una señal, una guía. Pero cada vez parece mas lejano, mas ausente. ¿Qué podíamos esperar si hacemos tanto ruido que ya no nos escuchamos ni los unos a los otros? Viendo lo que hay que ver, yo también desconectaría el teléfono.
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...Y que sea lo que Dios quiera...
ResponderEliminarPuede que el hombre, como especie, esté perdido dentro de sí, enajenado. Y eso hace que, aunque las individualidades tengan inercia centrífuga, el poder gravitatorio de la masa las aplaste. Sin embargo, aunque andemos errantes y desvariados, no habrá dios alguno capaz de encontrarnos, porque no existe más dios que el hombre, o eso creemos.
ResponderEliminarUn abrazo.
"Après la pluie" de Satie..
ResponderEliminarLa belleza, que hace tan poco referías.. Aunque ahora reflexionas sobre la pérdida del tiempo de escucha; pero yo pienso que quien así reflexiona, escucha.. Habita dentro de ese ser la angustia del vacío y la percepción de la belleza..
De la conexión con el interior y el exterior, y sus abismos.. Igual que dentro de mí está el hombre herido, el suicida y el loco, pero también el niño..
Gracias por tu abrazo..
Soy ateo, no agnostico, ateo. Y esto me causa gran angustia, tanta que rara vez hablo sobre ello, la ausencia de una fe es una maldición, tengo que aplazar "sine die" mi opinión final sobre el tema, pero siempre que pienso en esto me sobreviene la misma pregunta, ¿por qué siempre nos preguntamos que será de nosotros después de la muerte?, y nunca ¿donde estabamos antes de la vida? en la imposibilidad palmaria de responder a la segunda pregunta reside el principio de mi ateismo, el final quien sabe, tal vez "abrace la palma" cuando vea el final cerca...
ResponderEliminarDr. Oddiseis, yo creo que "entender las reglas básicas de la naturaleza" ya es un buen cacho de lo que significa "entender el mundo". De esa visión general se deducen inmediatamente el significado de nuestras vidas (ninguno) y el sentido del mundo (también ninguno).
ResponderEliminarUna vez ahí no hay porqué deprimirse. Por un lado, el primer impulso de deprimirse significa que el mundo y la vida nos importa a nosotros lo que demuestra una cualidad. Por otro lado, uno se hace consciente de lo absurdo de las metas (fuente de la insatisfacción) que impone la sociedad y ya no las persigue. Uno decide vivir conforme a unos valores, disfrutando del camino. El hombre del pasado tiene la ventaja que no conoce el concepto de felicidad (invento del siglo XX), y por lo tanto tiene la actitud de no perseguir fantasmas por naturaleza.
Tal vez el problema de la sociedad sea la incapacidad de disfrutar del silencio y la soledad. Por eso se hace el ruido que comentas.
Perdonen todos ustedes mi tardanza en responder pero los terrenos asuntos me tienen pelín atareado.
ResponderEliminarPor alusiones:
Ars, no le dejamos otro remedio ...
Javier, usted y yo vamos a tener que departir un día sobre asuntos profundos...
Yui, por suerte el que reflexiona sigue teniendo muchas mas preguntas que respuestas. Fue un placer.
Joako, lo curioso del tema es que no pretendía hacer una reflexión en torno al binómio Dios/ateísmo, que tenía previsto para otra entrada, pero veo que la gente le tiene ganas al tema. Como siempre tu aporte es muy incisivo; habrá que explotar el filón.
Jordi, ¿Dr.?, ¡cielos, no!; con el Don basta, que solo llegué a licenciado (y gracias).
Estoy muy, pero que muy de acuerdo contigo, aunque creo que la ventaja del hombre del pasado también estriba en la relación mucho mas directa entre él y su mundo. Nosotros solo nos comunicamos con este último a través de los resortes sociales, que constituyen un cosmos mucho mas codificado y normatizado, a la par que imperfecto. Para nosotros el mundo no es lo que nos rodea sino lo que se ve a través de las pantallas de nuestros televisores.
Viajes, bienvenidos y gracias por la visita. Sí, la cosa está difícil.