Dándole vueltas al archivo fotográfico encontre unas fotos hechas con mi vieja Pentax k1000, de los tiempos bravíos de la película quimica y el enfoque manual. Son de mi isla y de sus muros.
Siento debilidad por los muros de piedra seca. Quizás sea por un cierto recuerdo atávico de las construcciones de nuestros antepasados, de esos pueblos mediterráneos tan acostumbrados al mar y al sol; pescadores, comerciantes, pastores, pero también agricultores esforzados cansados de despejar de piedras la dura y seca tierra.
Son construcciones orgánicas, vivas, en el pleno sentido de la palabra. Biotopos en sí mismos, tienen su propia flora y su propia fauna, siempre llena de sorpresas. Junto a uno de ellos, en Ithaké, vi una vez un lirón careto, y no muy lejos un halcón peregrino. Nunca mas he vuelto a ver otros.
Pero además son muy hermosos, con esa irregularidad y heterogeneidad de las cosas viejas y naturales. Porque son viejos. Algunos de ellos muy viejos.
Cuentan que en algunas partes nadie recuerda quien los levantó, que ya eran muy viejos cuando los bisabuelos de los ancianos con los que hablo eran solo chiquillos. Cuentan que se pierden en la noche de los tiempos y que tal vez no todas, pero seguro muchas de las piedras que los forman fueron colocadas por esos mismos pueblos mediterráneos con los que sueño.
Cuando posas la palma de la mano sobre las rocas sientes un calor que surge de profundo, reverberante, palpitante. Sientes el rumor de la vida que le ronda por los interiores. Y sientes el peso de los años y de la historia de las muchas generaciones de hombres y mujeres que se esforzaron y gozaron junto a ellos.
Sientes en las entrañas la inmensa herencia que recibes.
"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la
sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".
Homero, Odisea, Canto I
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Pero sólo son piedras. También tuve esos sentimientos, alguna vez, aunque los desterré de mi recuerdo porque las piedras duelen al convertirse en hombres, seres pétreos que te desmenuzan impasibles. Una vez sentí la Historia, las piedras... ahora sufro su herencia, a los hombres...
ResponderEliminarNo obstante, agradezco tu sensibilidad en el memoria.
Un abrazo.
También hay "taulas", "menhires", piedras que fijaban un espíritu en un lugar, lugares de culto olvidado, los hay en Menorca, en Mayorca, y en algún otro enclave mediterraneo próximo.
ResponderEliminarSensaciones muy similares a las vertidas en esta entrada guardo en mi memoria, de mi periplo con la familia por Menorca. También algunas fotos e imágenes en el recuerdo. Taules y talayots, túmulos, miriadas de disposiciones turriformes de piedras amontonadas desafiando al tiempo por toda la isla, pero sobre todo las recuerdo yendo hacia el Cap de Cavallería. En sus siete años de vida, después de Eurodisney y otros muchos sitios visitados en su corta existencia, cuando le preguntas a mi hija por un lugar mágico que guarde especialmente en el recuerdo, quizá porque fue su primer contacto con la historia, con sus ancestros o tal vez por su soledad cruzando el tiempo, es siempre única e invariable su respuesta: la Naveta des Tudons.
ResponderEliminarJavier, sufrir a los hombres es como extraer las piedras del terreno. Lo importante es el muro que construyes con ellas para proteger del viento el tesoro de los frutos de tu esfuerzo. Lo importante es la vida que insuflas a lo inerte.
ResponderEliminarJoako y Deckard, la magia es una forma de reverencia por la vida y la persistencia de la memoria. Antiguamente, a los antepasados se los integraba en la sociedad y tenían presencia y papel activo en ella; velaban por la seguridad y la cohesión del grupo, guardaban la tradición y la sabiduría. Los monumentos que citais son una forma de materialización de esa presencia y nos recuerdan que nosotros también somos deudores de esos antepasados por la herencia de sabiduría que nos legaron. Nada me parece mas poético ni mas correcto que enseñar a nuestros hijos a sentir, valorar y agradecer el legado de los que nos precedieron.
Qué facilidad para percibir sensaciones de los entornos! Supongo que todos alguna vez, en algún lugar, hemos sido capaces de sentir de alguna forma lo que allí se vivió sin estar nosotros presentes.
ResponderEliminarNO creo que haya que huir de esos sentimientos como dice Javier. Al revés, si los tuviésemos más presentes seríamos más conscientes de nuestra conexión con el resto de lo que nos rodea, porque todos estamos hechos de lo mismo (polvo de estrellas que decía Sagan) y el mundo iría mejor.
Un saludo.