Ya lo referí en otra ocasión; la concha de un caracol es un asunto de lo mas delicado ...
El erizo me hizo notar que aunque bajo el Sol hacía mucho calor la brisa era fresca y agradable. Eso es importante si eres un astrónomo escribiendo fórmulas en un papel. Así que me invitó a compartir la sombra de una higuera. Luego continuó con su disertación.
"Toma un número -dijo el erizo-, súmale uno y divídelo por sí mismo. Si el resultado es el mismo número que tomaste, entonces te hayas en presencia del Número Sagrado".
"¿Y por qué es sagrado?" -pregunté incauto-.
"¿Me tomas por estúpido? Pregúntale a los caracoles. Yo estoy demasiado ocupado con mis teoremas" -y dio por concluida la conversación.
Me fui de allí sentado en una silla de anea azul, deambulando ociosamente tras unas abubillas que me miraban con creciente indignación. Son criaturas muy estiradas y pomposas las abubillas.
Cambié de tercio (y de silla) para no seguir incomodándoles pero el mediodía andaba en pleno apogeo y no llegué muy lejos. De la higuera pasé a una sabina a la que unas alegres lagartijas me habían invitado. Y no puedo negar que fuera una visita interesante y productiva; ¿sabían ustedes que las lagartijas trepan a los árboles y saltan de rama en rama como las ardillas? Pero me estoy desviando del tema ...
Entonces, si tomamos un número "a" y lo multiplicamos por el número "sagrado" del erizo, y luego al número así obtenido, "b", le sumamos el primero, el resultado de esa suma (o sea, "a+b") guardará la misma proporción respecto a "b" que "b" guardaba respecto a "a". Fantástico ... pero, ¿por qué?. Tal vez por eso dice el erizo que es sagrado ...
Debí de poner una cara tan estúpida al tener esa revelación que un coro de conejos se partió de risa a mi costa. Pensé, indignado al notarlo, que no tenían razón alguna para el cachondeo esa panda de lagomorfos que no sabían hacer la "o" con un canuto y perdían sistemáticamente al ajedrez con el autillo todas las puñeteras noches. Comprensiva, una lagartija me sacó la lengua y me dio unas palmadas en la espalda. "Ya lo entenderás, ya", dijo.
La lagartija me dio la dirección del lirón careto, un tipo de lo más profesional (¡pese a ser matemático!) y mucho más simpático que el erizo. Sus únicos defectos eran sus costumbres noctámbulas y sus modales en la mesa. Pero a esas alturas no estaba para exquisiteces. Para mi sorpresa aquél redundó en lo dicho por el erizo, que preguntase a los caracoles, y se brindó a acompañarme. Porque no es tarea fácil.
"Nada impide -dijo el lirón mientras caminábamos- que tanto "a" como "b" puedan ser segmentos o incluso figuras geométricas de dimensión definida, sea su radio, su perímetro, su área, su volumen, ..."
"¿Se puede, pues, generalizar a n-dimensiones, por ejemplo a hipervolúmenes de 4 o más dimensiones?" -pregunté.
"Claro, por supuesto" -respondió.
"¿Incluso a un espacio de Minkovsky, al "espacio-tiempo" relativista, tomando también el tiempo como dimensión en la que se produce la progresión?" -insistí.
"Bueno, si te place ... Pero ¿no preferirías sobre una cinta de Möbius? El resultado es de colores ...".
Entonces llegamos a los caracoles, que estaban enterrados en tierra y ellos me contaron que si cogía el extremo de su caparazón con la mano y me dejaba deslizar hacia dentro cada media curva el radio se reduciría en la justa proporción del número "sagrado", de tal modo que al completar los 360 grado, en lugar de volver al punto inicial me encontraría mas cerca del centro en la misma proporción en la que los radio se habían reducido, y nuevamente en la siguiente curva sucedería los mismo, y lo mismo en la siguiente y así, ... "¿hasta el infinito?", le espeté. "No, por supuesto. Mucho antes habrás llegado al Cosmos que se oculta en su interior" -contestó el caracol. "Entonces, ¿cada concha que hay en la tierra de este huerto es un Universo?", dije asombrado. "No. Pero son los caminos que conducen hasta ellos. No obstante ten cuidado. Las conchas de las almejas no te valen; ésas guardan secretos mas profundos y complejos". Pero a esas alturas ya no le escuchaba; solo pensaba en cuántos ilimitados universos cabrían en aquel pequeño huerto.
P.D.: A ver quién sabe de que narices estoy hablando ...
"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la
sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".
Homero, Odisea, Canto I
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No sé, no sé... quiero decir que no sé.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aquí está mi aportación indirecta (u otra pista para quien aún no lo sabe):
ResponderEliminarhttp://www.tessellations.org/galleries-escher/1956-smaller&smaller.jpg