"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la

sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".

Homero
, Odisea, Canto I



domingo, 19 de diciembre de 2010

Como lágrimas en la lluvia ...


Hace mucho, cuando los hombres éramos mas sabios y mas pacientes, aprendimos a capturar una mota de la magia de las flores. Las cultivamos en huertos cuidados, las cosechamos con delicadeza, las maceramos, las cocimos, las destilamos una y otra vez, y al fin, clara y nítida, mágica y asombrosa, la esencia de las flores nos era dada en minúsculas gotas. Su perfume, su alma.

Valorar nuestras vidas es un ejercicio de la mayor dificultad. Para lo bueno y para lo malo somos nuestro peor testigo, el más condescendiente y el mas cruel. Siempre tratamos de ver nuestro reflejo en los demás para poder intuir nuestra propia dimensión, porque a fuerza de vivir dentro de nuestra piel, de vernos cada día en cada momento, perdemos la noción de nuestras virtudes y de nuestros defectos. Al final somos buenos o somos malos según los sentimientos y las opiniones que despertamos en los demás.

Por eso mismo, medimos nuestras vidas en el impacto que deja en el mundo. La fama, el recuerdo, lo creado, lo construido, lo destruido, lo conquistado, lo descubierto, lo inventado, un nombre en la historia, una estatua en una plaza, una tumba que sobreviva a las eras. ¿Nuestra vida se mide con las veces que las generaciones venideras pronunciarán nuestro nombre o contemplarán nuestra obra?.

La vida está llena de grandes momentos y de minúsculos momentos. ¿Cómo medirla?¿Cómo ser honesto y objetivo con uno mismo, cuando de lo que se trata es de juzgar si después de todo nuestra existencia tuvo un sentido?

Es asombroso; tomas la vista atrás. Cosechas lo vivido, lo visto, lo perdido, lo amado, lo detestado. Mezclas todo bien prieto y lo machacas. Luego lo prensas, lo trituras y lo dejas fermentar. Después cueces, tamizas, escurres y, finalmente, lo destilas, hasta que todo lo intrascendente se separe y se pierda por el desagüe. Hasta que solo queden los momentos únicos, las sensaciones puras. El éxtasis, las revelaciones, el dolor prístino, el amor primero.

Lo que queda es la parte de la vida por la que merece ser vivida. Y cuanto mayor sea su número, mas sentido y mas valor tuvo esa vida. Aunque todos y cada uno de esos momentos terminen desapareciendo con la mente que los albergó.

Insisto; es asombroso. La cantidad de momentos únicos que vivimos sin ser conscientes de ellos, valorando nuestras vidas según el éxito o el fracaso de nuestras pequeñas e intrascendentes guerras mientras obviamos o menospreciamos lo verdaderamente esencial.

En los momentos mágicos parece que el tiempo se detuviese. Y realmente lo hace, o al menos corre mas lento, porque eso que nos está ocurriendo es la vida. El resto del tiempo es solo decorado.


P.D.: Para Jordi, por inspirarme la comedura de coco, y para Carlos, que piensa que estoy muy rayado pero que se fue a la Patagonia y paró el coche en medio de la noche y de la nada, y miró las estrellas y se asombró ...

domingo, 28 de noviembre de 2010

El pájaro de fuego



Trabajar en un aeropuerto tiene el aliciente, no poco infantil, de poder contemplar de cerca los grandes pájaros metálicos. He de decir que son máquinas que siempre me han maravillado, por su tamaño, su elegancia y la extraña magia que hace que algo tan enorme y pesado pueda alzarse en el aire con suavidad. Sin embargo, lo cierto es que casi nunca me he decidido a fotografiarlos. Y no sé muy bien por qué.

Allí donde yo estoy, los aparatos que menudean son particularmente espectaculares aunque a mí me ponen un poco nervioso por razones que no vienen a cuento ahora. En cambio, mas raramente, dos de estos pájaros, unos de un tipo algo diferente, pasan una pequeña temporada aparcados frente a la ventana de mi oficina y han conseguido cautivarme.


Cada verano, un par de hidroaviones contraincendios hacen base en mi aeropuerto. Están ahí esperando una emergencia, como apoyo intermedio entre las bases de levante y las de zonas mas interiores. Se trata de aparatos ya vetustos, con las líneas y el gusto de otra época, fantásticamente diseñados y construidos, robustos, fiables (¡qué diferencia con los modos de fabricar de hoy en día ... !).

Su forma resulta sorprendente porque lateralmente parecen muy macizos pero de perfil resultan sumamente estilizados. Tienen un aire como de peces, como de enormes lubinas anaranjadas, parecido que se incrementa por los visores de observación de forma hemisférica que hay a cada lado del fuselaje y que, visto desde atrás, recuerdan a los ojos del pez.


He charlado algunas veces con sus pilotos y son gente realmente valiosa que se juegan la vida cada verano para que no perdamos lo poco que nos queda de nuestros bosques y zonas forestales. Pilotarlos es realmente difícil y se requiere mucha experiencia y pericia, principalmente a causa de los violentos cambios de sustentación que se producen al descargar el agua o al volar entre las turbulentas corrientes térmicas que envuelve los incendios. Es tarea solo apta para los mejores.

No son tiempos en los que derrochar sea la mejor idea y la cantidad de combustible que consumen los aviones es ciertamente escalofriante. En muchos sentidos pienso que habría que empezar a replantearse todo el concepto del transporte aéreo. Pero si tiene sentido quemar litros de queroseno para algún propósito, desde luego este es uno de ellos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Lo mejor de la vida (Para David)

No le voy a poner mucha letra a esta entrada. A veces se entiende mejor así, diciendo solo lo imprescindible.

Pero ya que me preguntas te diré que lo mejor de la vida es:

 EXPLORAR ...

DESCUBRIR ...

CREAR ...
 

... y, entremedias, AMAR. 

Y si no dejas de hacerlo nunca, cuando al fin te detengas y eches la vista atrás, verás que tu vida fue un viaje hermoso y fructífero en el que siempre tuviste quien te acompañase. 

Y no dudarás que mereció la pena hacerlo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Curso de economía para Cosmonautas II: El Decrecimiento Sereno (1).



Esta va a ser una entrada un tanto peculiar respecto a lo que suelo hacer, tanto por su temática como por su tono o por ser una mezcla de reseña literaria y nueva entrega de mi Curso de Economía, ahora rebautizado "para Cosmonautas" precisamente por una significativa metáfora encontrada en la obra en cuestión. Se trata de "Pequeño tratado del Decrecimiento Sereno" de Serge Latouche, profesor emérito de economía de la Universidad Paris-Sud XI, en Orsay, publicado por Icaria en 2009.

Cuenta Latouche que nuestra sociedad (y en mayor o menor medida todas las "alternativas" de corte socialista/comunista) se comportan respecto al mundo siguiendo la "máxima del Cowboy"; crecer todo cuanto le sea posible a expensas de un entorno que se supone infinito en espacio y recursos. Desde luego, para los habitantes de la Edad de Piedra y posteriormente, hasta la Revolución Industrial, esta visión era una aproximación razonablemente realista. Pero en los últimos dos siglos hemos llegado a consumir los recursos naturales (económicos o no) a tal ritmo que ya no es posible considerarlos infinitos respecto a esa tasa de depredación. De modo que es necesario replantearnos nuestros modos de actuación siguiendo la "máxima del cosmonauta"; utilizar los recursos disponibles con la mayor eficacia y con la conciencia de su finitud para asegurar la supervivencia a largo plazo en un entorno limitado y restringido.

La cuestión es que nuestro modo de vida es tan intensiva e ineficientemente consumidor de recursos que ha traspasado el umbral de la existencia estable. Ni el planeta tiene tantos recursos como para abastecernos ni dispone de la capacidad para albergar nuestros residuos, mas allá de unas pocas generaciones mas. Y eso siempre y cuando perdure durante ese tiempo la desigualdad que hace que menos de la cuarta parte de la humanidad conozca ese grado de "bienestar", porque todo avance en el desarrollo económico y social de esas tres cuartas partes del mundo no haría mas que acortar los plazos.  


Pero, ¿necesitamos realmente consumir todos esos recursos?. Nuestro modo de vida, nuestro paradigma cultural, equipara bienestar y nivel de consumo (vean esta interesantísima entrada del blog de Joako). Sentimos que vivimos mejor que cualquiera de las generaciones anteriores simplemente porque "tenemos mas cosas". Aunque para ello dispongamos de menos tiempo para cuidar de nuestros hijos y de nuestros mayores, aunque nuestra esperanza de vida haya retrocedido en los últimos veinte años, aunque la espectativa subjetiva respecto de nuestras posibilidades de promoción social y económica sean hoy las mas bajas de los últimos cuarenta años. Aun cuando seamos conscientes del inmenso e irreversible deterioro de nuestro entorno ecológico y paisajístico, del deterioro de nuestro habitat social y de la pérdida de diversidad cultural e individual. Creemos que vivimos mejor pese a todo simplemente porque producimos y consumimos mas cosas que nunca antes; porque crecemos en términos de PIB.

El planteamiento de la obra de Latouche, que no es mas que un opúsculo o resumen introductorio del concepto del Decrecimiento Sereno, que desarrolla mas extensamente en otra obra suya (La apuesta por el Decrecimiento, Icaria, 2008), es una respuesta a ese dilema que sigue las ideas expresadas por vez primera por los integrantes del Club de Roma en 1972.


Un mundo en crecimiento indefinido es insostenible y, de hecho, imposible. Pero también lo es un mundo con los actuales niveles de consumo extendidos a la totalidad de la población. De modo que la supervivencia a largo plazo de la humanidad y de nuestras sociedades, junto con la aspiración al desarrollo pleno e igualitario de todos los habitantes del planeta independientemente de su nacionalidad, raza, sexo, credo o condición social, no son abordables mas que mediante el planteamiento del abandono consciente de nuestro modelo basado en el crecimiento y la recuperación de niveles de consumo muy inferiores. El decrecimiento sereno.

No obstante, se aclara en la obra que no se trata del decrecimiento por el decrecimiento, sino del abandono del crecimiento como objetivo, como icono, y la búsqueda de niveles de producción y consumo compatibles con la capacidad de abastecimiento y recuperación del planeta. Decrecimiento o tal vez mas correctamente "acrecimiento". Sin que ello signifique necesariamente una reducción de la calidad de vida real y mucho menos una negación del necesario desarrollo del tercer mundo.

En la segunda parte de esta entrada detallaré las bases de la alternativa descrita por Latouche y el programa político para su desarrollo, así como mi visión crítica respecto de todo ello.

viernes, 12 de noviembre de 2010

De la niñez, Saturno y sus anillos.


Tuve la suerte de nacer justo en el comienzo de la época dorada de la exploración del sistema solar. Aquel mismo año, 1972, vio el final del programa lunar, cuando casi exactamente a la medianoche del 14 de diciembre despegaba de la superficie de nuestro satélite la última tripulación que lo ha visitado hasta el día de hoy. Y con ella se apagaban los últimos rescoldos de la carrera espacial, ese modo de entender la exploración del espacio como una mera disputa de supremacía geoestratégica.

Callaron la propaganda y la política y empezó a hablar la ciencia; el 3 de marzo de 1972 la NASA lanzaba la Pioneer 10, el primer objeto lanzado por el hombre que lograría alcanzar Júpiter y luego superar la frontera del sistema solar. El 6 de abril de 1973 lanzaban la Pioneer 11, también a Júpiter y mas tarde a Saturno. El 21 y 25 de julio y el 5 y 9 de agosto de ese año los soviéticos lo hacían con la Mars 4, 5, 6 y 7 con destino Marte, y el 3 de noviembre los americanos con el Mariner 10 a Venus y Mercurio. El 8 y 14 de junio de 1975 despegaban las Venera 9 y 10 (soviéticas) rumbo a Venus, y el 20 de agosto y 9 de septiembre las Viking 1 y 2 (americanas) a Marte.

En mis primeros cuatro años de vida se lanzaron 11 sondas espaciales, se visitaron por primera vez tres planetas (Mercurio, Júpiter y Saturno) y se aterrizó en dos mas (Venus y Marte). Supongo que todo aquel torrente de efemérides increíbles y excitantes y las maravillosas fotografías que las acompañaron lograron impactarme de tal modo la imaginación que mi mente y mi corazón quedaron atrapados para siempre por la fascinación de la astronomía. Demasiado pequeño para saber el significado de aquellas cosas, los nombres de los planetas se convirtieron en sinónimo de asombro y maravilla.


Antes de aprender a leer ya rebuscaba entre las ilustraciones de los libros de mis padres tratando de encontrar fotografías o dibujos de Marte, la Luna, Júpiter ... Pero sobre todas las cosas, Saturno. Con sus anillos orbitándole, era la quintaesencia misma de lo extraordinario y su sola visión trasportaba mi imaginación a través del espacio infinito. Mas tarde, cuando aprendí a desentrañar el secreto de la palabra escrita, los textos al pie de aquellas ilustraciones me descubrieron que además era un mundo inconcebiblemente grande (aunque también descubrí con frustración que no era el mayor de todos) y que estaba acompañado de mas de una decena de satélites, entre ellos uno llamado Titán; ¡qué increíble sería ver aquel cielo lleno de lunas!.

Y en esas, tal día como hoy de hace exactamente 30 años, otra sonda espacial, la Voyager 1 llegó hasta él. En realidad yo no me enteraría hasta el día siguiente, el 13 de noviembre cuando mi madre me anunció que en el telediario habían contado que una nave espacial había pasado junto al planeta y había transmitido increíbles fotografías de sus anillos en las que se veía que cada uno de ellos estaba en realidad formado por miriadas de otros mucho mas pequeños apiñados unos junto a otros. Asombrada, me describió una foto en la que los anillos parecían la superficie de un disco de vinilo "con mas colores que el arco iris".

Carl Edward Sagan (1934-1996) autor de Cosmos, en un fotograma de la serie.

En los días siguientes asistí hipnotizado al desfilar de imágenes y datos, y algo indefinible empezó a agitarse en mi interior. Algo que trataba de tomar forma, de lograr expresión y salir a la luz. Y al fin lo hizo unos pocos meses mas tarde, en agosto de 1981 cuando, por pura casualidad, vi el primer capítulo de la serie documental Cosmos, la genial obra de Carl E. Sagan. Entonces, toda la fascinación y el asombro que durante aquellos 9 años había desarrollado por las astronomía cobraron sentido al descubrir que la ciencia era un modo de vida, que descubrir el mundo era una forma de estética, que existía una armonía sublime entre lo inmenso, el Universo, y lo humilde y cotidiano, la vida misma, nuestra vida como individuos.

A partir de ese momento supe lo que quería hacer con mi vida y dónde estaría el refugio seguro para mi alma; para siempre, entre las estrellas. Hay que ver lo que pueden hacer los anillos de un planeta ...

Por increíble que pueda parecer, es posible fotografiar los anillos de Saturno e incluso su mayor satélite, Titán, con un simple teleobjetivo (y mucha paciencia), en este caso un 350 mm a f:5, con 1/40 s y 2 s de exposición respectivamente. Titán es el pequeño trazo abajo a la izquierda junto a Saturno. Se puede apreciar que está en el mismo plano que los anillos del planeta.

P.D.: 30 años, ¡madre mía, como pasa el tiempo!

martes, 9 de noviembre de 2010

El crepúsculo de medianoche


Como ya expliqué en otra entrada, el crepúsculo, en sentido astronómico, empieza con la puesta de Sol y acaba cuando éste se encuentra a 18º bajo el horizonte. Suele durar entre una hora y hora y media, dependiendo de la época del año.

A partir de ese momento se habla de noche cerrada. O se hablaba, en el pasado. O en otros parajes, lejanos y recónditos, donde la mano del hombre apenas alcanza. Porque en realidad, por aquí, el crepúsculo permanece durante toda la noche.

Un crepúsculo rojo anaranjado, de horizonte en llamas, infernal. Similar al que se puede ver mas allá del círculo polar ártico (y del antártico, claro) durante los mediodías nocturnos de invierno. Solo que es un crepúsculo que nos hemos inventado nosotros y que alimentamos sin cesar con nuestra enfermiza obsesión de recrear el día en la noche. Un crepúsculo presente incluso en los mejores cielos de la península.


Cuando era niño pasaba horas enteras de la noche sentado en el balcón de mi casa contemplando las estrellas. Acompañado de un planisferio de cartón saltaba de estrella en estrella tratando de memorizar las constelaciones y buscando el límite de lo que mi ojo podía percibir. Aprendí a encontrar la Polar de un solo vistazo, a distinguir los planetas de las estrellas, a atisbar la tenue nebulosidad de la galaxia de Andrómeda o de la Espada de Orión. Y no era sencillo porque ya entonces, hace mas de veinticinco años, los cielos de mi ciudad eran unos de los mas contaminados de luz de España.

Entonces, inesperadamente, como todos los buenos regalos de esta vida, llegó el gran apagón. Me pilló sentado en el balcón, aterido de frío y concentrado en mi tarea. Y fue como ver encenderse un gran árbol de navidad. Solo que el árbol era el cielo entero.

Hasta ese día nunca había sabido lo negra que es la noche en realidad ni la inmensa cantidad de estrellas que la abarrotan. Fue tal la explosión que perdí toda referencia y no era capaz de distinguir las constelaciones, naufragadas las estrellas guía en ese ingente torrente de luminarias. Fui feliz hasta que volvió la luz una hora y pico después. Luego bajó el telón y nunca ha vuelto a levantarse.

Desde ese día solo en muy contadas ocasiones he vuelto a ver un cielo así. Ante la indiferencia de la mayoría, los cielos cada vez son mas anaranjados y planos. Nos han secuestrado a las estrellas delante de nuestras narices. Y me pregunto si somos realmente conscientes de lo mucho que hemos perdido con ello.

Incluso Júpiter, el Rey de los Planetas, ve su esplendor menoscabado
por el rojo resplandor de nuestra locura.

martes, 2 de noviembre de 2010

Pureza fotográfica

En gran medida, la fotografía siempre ha aspirado a reflejar con la mayor exactitud posible lo que ven nuestros ojos. En la era de las cámaras digitales y del photoshop esta aspiración ha derivado en dialéctica, en enfrentamiento, entre los partidarios de la pureza fotográfica y los adeptos a extraer de cada archivo mundos paralelos.

Filosofía aparte y sin entrar en polémicas para las que no estoy capacitado puesto que no soy fotógrafo, habría que plantearse qué significa la palabra pureza cuando hablamos de fotografía. Porque al fin y al cabo, aun hoy en día la distancia que separa lo que ven nuestros ojos de lo que plasma la cámara es abismal. Ninguna cámara del mundo es capaz de trabajar con el inmenso rango dinámico del que disfruta nuestro ojo, ninguna tiene su asombrosa capacidad de adaptación de foco y muy pocas pueden igualar sus "megapíxeles". Pero aparte de ello, nuestra vista tiene sus peculiaridades, sus "manías", muy diferentes de la respuesta relativamente homogénea de una cámara, sea ésta digital o analógica.

Por ejemplo el efecto Purkinje, del que ya traté en otra entrada, que nos hace ver el mundo ligeramente azulado cuando los niveles luminosos son bajos (razón por la cual asociamos con ese tono la luz de la luna llena o "moonlight"). O como el hecho de que finalmente terminamos por perder la percepción del color cuando los niveles bajan aun mas.

Las cámaras digitales ( o mas correctamente sus sensores CCD o CMOS) no se comportan así y siguen mostrándose igual de sensibles a cada color independientemente de la intensidad luminosa. Y desde luego no se "desaturan" a niveles muy bajos.

Por tanto surge la paradoja de que para que una fotografía nocturna, en particular astronómica, refleje con la mayor fidelidad posible lo que nuestros ojos captan, es imposible respetar la "toma bruta". La pureza implica tergiversación.


La foto que les presento es un ejemplo de ello. He descartado primero la información de color (la he vuelto monocroma, para entendernos) y luego le he aplicado un efecto de color para transformar los niveles de gris en niveles de azul (imitando al efecto Purkinje), pero saturado muy débilmente (pasando del 100% original a un 30%) . El efecto final trata de ser lo más realista posible, al menos en lo que a la apariencia cromática se refiere, aunque en última instancia habría muchos otros aspectos que pulir.

La cuestión es: ¿es esto a lo que nos referimos cuando hablamos de pureza?¿a ustedes qué les parece?

P.D.: En la foto aparece un pequeño grupito de estrellas (un asterismo, para los puristas del lenguaje) bautizado como "la percha". ¿Serían capaces de encontrarlo?

domingo, 31 de octubre de 2010

Las manos del artista



A veces, por una rara conjunción de factores, ciertas personas nacen con un don especial. Y a veces ese don se alberga en las manos. Y en la mente, claro, porque si no las manos por sí solas serían impotentes. Esas personas son artistas.

Es increíble, casi mágico, contemplar como lo que es solo una construcción de la mente toma cuerpo, volumen, y salta del mundo de las ideas al de la realidad palpable con los simples y suaves movimientos de unas manos que casi parece que, mas que construir, acariciasen el espacio y fuese la propia forma la que tomase cuerpo bajo sus palmas.


Yo tengo la inmensa suerte de que uno de ellos es mi propio padre. Y de que, aunque sea con cuentagotas, sus manos diesen forma entre otras muchas cosas a uno de mis iconos. Porque él es un constructor de barcos.

Fabrica en maderar cada pieza, perfectamente a escala, y las ensambla siguiendo planos que solo están en su mente; una vez talló sobre un tronco el famoso "Mayflower", con el que colonos puritanos cruzaron el atlántico hasta las entonces novedosas tierras de América en 1620. Y era tal la riqueza, exquisitez y realismo de los detalles que parecía imposible.



Y en otra ocasión construyó ante mis ojos fascinados de adolescente esta fragata española de la década de 1710, que permanece inacabada porque, como todos los artistas, su impulso creador es intenso pero breve y caprichoso y no pocas veces le lleva a abandonar durante años, incluso para siempre, obras casi finalizadas.

A mí, francamente, me parece increíble que alguien pueda hacer estas pequeñas maravillas, yo que soy casi un completo negado para las artes manuales. Solo espero que algún día finalmente lo pueda ver en todo su esplendor, con toda su arboladura y su potente presencia. Y que así pueda enseñárselo a mi hijo y contarle como son y como hacen magia las manos de un artista.


jueves, 28 de octubre de 2010

Amanece sobre la estepa

Amanece sobre la estepa en la que ando exiliado de las cálidas aguas de mi mar y de mi isla. Amanece nítido pero al tiempo brumoso, y no es lo mismo. Porque aquí el aire es seco y recio, cortante. Aquí la bruma se pega al terreno, acecha en la vegetación, se escurre entre los terrones. Aquí el mar se intuye lejano (o mejor, se siente su ausencia, el vacío que deja en el alma para los que somos de su ser). Aquí no lo puedes oler.


El olfato (y el gusto, que en realidad es el mismo órgano pero extendido "al revés" para poder buscar huellas químicas en lo que penetra en nuestro interior con destino al sistema digestivo) es el sensor mas extraordinario que poseemos. Cegado por la gran importancia que le damos a la información visual y atolondrados por la cultura occidental que reniega del universo olfativo, obviamos la importancia y la significancia de los olores. Pero el caso es que somo capaces de percibir incluso unas pocas moléculas de agente oloroso en una bocanada respirada. No digamos ya los grandes especialistas del ramo, como los perros, los elefantes o los cerdos. Y además, el olor, junto con el sabor, es la sensación mas poderosamente evocadora de recuerdos que podemos percibir.

A kilómetros de distancia, tantos como para que nuestra vista aun no sea capaz de localizar el origen, nuestro olfato es capaz de detectar e informar de la presencia de cosas tan etéreas como la humedad de la lluvia, las tormentas eléctricas o el mar. Olemos la muerte (no la putrefacción del cuerpo muerto sino un rasgo particular e indefinible asociado a la muerte misma), la niebla, el calor (lo certifico; yo lo he sentido), ...

En mi particular universo el olor del mar ocupa un lugar especial. Es la atmósfera cálida en la que se envuelve cualquier espacio que yo pueda llegar a llamar mi hogar. Aunque no lo pueda ver a diario, necesito el mar cerca de mí. Necesito su olor para sentirme a salvo y en casa.

Pero aquí no está. Aquí abundan el silencio y la claridad, el cielo es mas nítido y los caminos mas rectos. Aquí el paisaje es mutante y ambiguo como la piel de un camaleón, que fuese del rojo sangre al verde chillón, pasando por el amarillo e incluso el gris, y todo sin cambiar de metro cuadrado. Aquí el frío corta y el calor achicharra. Es una tierra de severa hermosura pero a la que no me unen los lazos de la sangre. Una tierra en la que estoy de paso.


Y en esas ando aquí, lejos de casa, esperando que el capricho voluble de los dioses me permita encontrar de nuevo el camino de vuelta. Contemplando amaneceres llenos de una rabiosa belleza en esta tierra sin sombras a la que no me puedo anclar mas que lo justo porque el mar me llama, me grita a lo lejos, tendiéndome fugaces moléculas de agua y salitre que se pierden en el viento antes de haberme alcanzado. Esperando que pronto deba de izar velas y partir.

P.D.: Y es que estos dioses inclementes me tienen harto y me hacen albergar ateas tentaciones de liarme la manta a la cabeza y mandarlos a paseo ...

jueves, 21 de octubre de 2010

Flowers



Como no solo de astros se alimenta el alma humana, hoy toca hacer una entrada como ésta. Hoy no hablaré de paisajes, no les contaré extraños relatos ni abrumaré con aspectos técnicos ni reflexiones. Hoy simplemente les mostraré flores. Flores humildes de plantas humildes encontradas en lugares humildes.


Habré de hacerles notar, sin embargo, que a mi modo de ver la belleza simple y sin pretensiones de estas pequeñas flores es belleza auténtica. Me refiero que a diferencia de la belleza pomposa de las flores famosas, la belleza humilde de éstas es mucho mas auténtica y universal. Solo que no tendemos a reparar en ella.


Pero todo esto es simple divagar porque en el fondo lo único que pretendía, por esta vez, era mostrarles estas fotos. Simplemente porque me apetece.

Al final va a resultar que soy un sentimental.

jueves, 14 de octubre de 2010

El centinela olvidado



Pese a que su nombre es Sa Torre des Cap (La Torre del Cabo), no está situada exactamente en éste, lugar que en cambio sí ocupa el faro del mismo nombre. Aun así no deja de ser impresionante su emplazamiento; sobre un acantilado abierto al sureste, dominando la entrada al golfo que constituye la costa sur de la isla.

Cuando la mirada se pierde hacia el mar frente a la Torre es imposible olvidar el casi imperceptible runrún que nos cuenta que allá lejos, tras el horizonte, tan sorprendentemente cercano y tan tristemente lejano a un tiempo, se alza la costa de otro continente. La costa de la Barbaría, deformación o tergiversación de Berbería, la tierra de los bereberes.


Se trata de un edificio de planta circular, de dos alturas, con recios y gruesos muros que alcanzaban mas de dos metros de espesor en la parte inferior. Se accedía por una pequeña puerta situada en el piso superior, alcanzable mediante una escalera móvil. La planta inferior era destinada al almacenaje de provisiones y polvorín, mientras que la superior contenía los aposentos de los centinelas. Sobre el techo había una terraza parapetada que servía como atalaya y en la que se ubicaba un cañón y un matacán desde el que se podía defender la entrada de la torre en caso de ataque o asedio, los restos del cual aun son visibles.

Esquema de torre defensiva mediterránea, en este caso la Torre des Savinar (Ibiza). Dibujo de
Paul R. Davis (2009) extraído de su obra "Ibiza y Formentera. El legado histórico".

Durante mas de medio siglo la torre, que es mucho mas joven de lo que parece pues data de la década de 1760, se constituyó en la primera atalaya desde la que se espiaba la funesta llegada de los famosos piratas berberiscos desde el sur, desde Argel, así como las no menos peligrosas incursiones de la flota británica. Y pese a su escaso tamaño, era (junto a las demás de su tipo por todo el Mediterráneo) todo un ejemplo de fortaleza defensiva; se cuenta que, en 1794, dos barcos de guerra ingleses bombardearon durante días la torre de Cape Mortella, en Córcega, sin causarle prácticamente daño alguno reseñable ni bajas o heridos entre los 30 soldados que la defendían.

Hoy la Torre des Cap descansa abandonada guardando la República de las Gaviotas y la alegre Comuna de las Sargantanas, en el páramo rocoso achicharrado por el sol que quedó tras la deforestación de toda la zona del Cap de Barbaría en aras de la ganadería ovina y caprina. Y en su soledad no cuesta imaginar los días eternos y las noches de vigilia de sus centinelas, siempre frente al mar, siempre expectantes, bajo la cortante tramontana o bajo el sol abrasador de julio. O bajo el arco sublime de la Vía Láctea, cuando el tiempo se detenía bajo la bóveda en aquella época que nos parece tan lejana, en la que la contaminación luminosa aun no tenía ni nombre.

martes, 12 de octubre de 2010

Mineral vivo



A veces la frontera que separa lo mineral, lo inerte, de lo vivo es muy tenue. A veces la realidad fluye muy suavemente desde lo uno a lo otro. A veces es imposible separarlos. A veces no es posible entender lo primero sin lo segundo ...

Quizás solo sea un defecto humano, una limitación de nuestra mente. Entendemos las cosas aplicándoles categorías absolutas y tal vez sea eso lo que nos conduce a la perplejidad ante aquellas que se deslizan en la frontera o que se extienden ampliamente desde un lado a otro de la misma. Y lo cierto es que casi nada es exactamente lo que esperamos que sea en virtud de su categoría. No es que existan muchos tonos de gris entre el negro y el blanco; es que ambos son solo dos posibles tonos de gris.


Hay mil formas, un millón, infinitas ¿por qué no?, de ser. La ambigüedad es el signo de nuestro mundo. Y eso es a un tiempo bueno y malo. O tal vez ni una cosa ni la otra. Tal vez baste con que el ser sea consciente de sí mismo y autoconsistente. ¿Qué mas dará que lo denominemos tal o cual?¿Acaso algo es menos sí mismo porque lo encasillemos en una u otra categoría? Al fin y al cabo la realidad es mas terca que el lenguaje.

Un juego; ¿dónde está Wally?¿a qué especie pertenece?

Yo, personalmente, siento una reverencia especial por lo mineral. Por la cálida e íntima manera en la que cobija lo vivo. Por el modo extenso en el que forma parte de ella y viceversa. Y por el legado del tiempo que le brinda. Porque lo mineral es lo que nos une a la raíz de todas las cosas, al origen, a lo inconcebible.

viernes, 1 de octubre de 2010

Ascenso y caída de Axel "Gillette"



Me miro al espejo y el éxito me saluda. Hola; mi nombre es Axel y todos ustedes me conocen. Soy ese hombre que sale en los anuncios de productos para el afeitado en horario de máxima audiencia. Soy la viva imagen del triunfo, de la seguridad, del liderazgo. Yo soy el macho alfa.

Me levanto cada mañana entre carísimas sábanas de un blanco deslumbrante que cambio cada semana para que jamás lo pierdan. Y salgo de ellas justo cuando el Sol amanece rojo y radiante, iluminando el cuerpo desnudo de mi amante, una rubia despampanante que aun duerme apenas cubierta por un pliegue. Voy al baño sin asomo de cansancio ni pereza, tan solo para afeitar una barba incipiente que la noche anterior me sirvió para seducir sin remisión y que desaparece limpiamente sin ofrecer resistencia al deslizar de la cuchilla.

Tengo un lujoso ático/dúplex/loft en pleno centro por el que pago una barrabasada, un Audi TT nuevo que me cambiaré en dos años y unas Ray-Ban de edición limitada. Mi piel solo la tocan trajes de Armani, perfumes de Hugo Boss y un reloj tan caro que con lo que me costó viviría una tribu en Somalia durante un año. Desayuno café solo y whiskey de malta que me traen ex-profeso de Escocia.

¿Hay algo que no tenga? Sí, por supuesto; no tengo un solo pelo fuera de mi cabeza, ni un gramo de grasa localizable en mi perfecta anatomía. Piso mas el gimnasio que la casa de mis padres y nunca me abandona el desodorante.

Trabajo como asesor financiero para una multinacional, mi sueldo mensual se escribe con seis cifras y tengo una Visa Oro. Presumo de gastar mas de lo que ingreso y de que me den crédito en todas partes. No tengo horarios ni calendario. Viajo en Business y cinco estrellas. Nunca digo mas de dos palabras al servicio ni admito excusas. Reservo mi conversación para los que estén a mi altura.

* * *

Me ha citado mi jefe para dentro de media hora. Afilo la mirada; la semana pasada despidieron a Morgan y hace un mes a Lehmann. Cada vez menos tiburones en la piscina, mas carnaza para mí. No me han dicho para qué me mandó llamar pero no me cabe la menor duda de que para darme las carteras de clientes de esos perdedores.

Dicen que Morgan ha tenido que devolver el coche de empresa, que ha dejado su apartamento en el Soho, y que ya no le quieren ni ver en el Club de Tenis. De Lehman cuentan cosas peores; que no pudo pagar las deudas y perdió su casa, que lo dejó su novia por otro, que no encuentra empleo porque tiene demasiado currículum, que hizo de chapero en algún bar para ejecutivos hasta que se pasó de la raya con la cocaína (me salió un chiste) y le quedaron secuelas, que le han visto intentando vender pañuelitos en los semáforos ... Perdedores.

Mi jefe es un tipo gordo, calvo y peludo. Tiene una mujer horrible y un perro detestable. No nos parecemos en nada y me resulta imposible pensar que con el tiempo me acabe convirtiendo en él pero, por otro lado, mi carrera me lleva a eso. Tarde o temprano escalaré hasta donde él se encuentra y se echará a un lado o le apartaré, ¿seré entonces como él?. Al pensarlo por una vez una cierta angustia me recorre el espinazo y el vientre mientras entro en su despacho y me dirijo a su lujosísima mesa de madera tropical. Una angustia que no se reduce, antes al contrario, al contemplar su expresión, con una sonrisa reptiliana dibujada en su semblante. Me invita a sentarme, me empieza a hablar de la crisis, la empresa ha de satisfacer las expectativas de sus inversores, hay que aligerar el número de ejecutivos. No hay que verlo como un fracaso; es una oportunidad ...

La navaja se desliza, pero esta vez a su paso sale sangre. Me sorprende: la sangre es roja, quién lo iba a decir.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Le informamos de que, en este momento, Dios está ausente o fuera de cobertura ...



Como me recordaba hace poco un amigo, llevamos al menos 40.000 años preguntándonos por el mundo y por su sentido. Una eternidad, por lo menos visto desde la frágil y huidiza vida de un ser humano, tratando de saber quiénes somos y de aliviar nuestra soledad existencial.

Si trajésemos hasta aquí, hasta el presente, atravesando ese océano de tiempo a uno de nuestros antepasados a buen seguro nos creería dioses. Hemos comprendido las reglas básicas de la naturaleza, la hemos dominado y sometido, hemos abarcado con nuestros brazos el mundo y lo hemos explorado hasta el último de sus rincones. Podemos volar, comunicarnos unos con otros a miles de kilómetros de distancia, hemos escuchado los ecos de la creación y hoyado la superficie de otro mundo. Nuestro mundo sería un galimatías alucinante para él. Y sin embargo, ninguno de nosotros sería capaz de entender el mundo, la vida y a sí mismos como él.

Y cuanto menos entendemos el mundo y a nosotros mismos mas nos empeñamos buscar algo o alguien que nos devuelva el sentido del equilibrio. Solo que ese algo o alguien o no nos escucha o somos incapaces de oírlo. De modo que en cuanto encuentran a alguien que afirma tener comunicación con ello, muchos lo creen sin mas.

Buscamos alivio a males que nosotros mismos hemos creado. Esperamos de la trascendencia que nos absuelva del mal o de la apatía, y que nos conforte con la promesa de un futuro en el que queden resarcidos. Y mientras dejamos que todo transcurra igual.

Hace casi 2000 años, un profeta, un tal Yehud ben Josef, enseñaba por las aldeas y ciudades de Palestina que el primer y mayor de los mandamientos de la ley de Dios era amarnos los unos a los otros. A mi me parece que ello implica escucharnos, a los demás y a nosotros mismos. De entonces a ahora sus discípulos han venido discutiendo sobre cosas como si la fe y la observancia estricta del dogma eran condiciones necesarias y suficientes para la salvación, sobre si las mujeres poseían un alma inmortal como la de los hombres o sobre si considerar la posibilidad de que el ser humano descienda del mono es una afrenta a Dios. Pero se han olvidado casi por completo (¿sobra el casi?) de aquel mandamiento. Y no son los únicos.

Ahora que el mundo parece estar viniéndose abajo, muchos vuelven sus ojos en busca de Dios o de su remedo. Esperan una señal, una guía. Pero cada vez parece mas lejano, mas ausente. ¿Qué podíamos esperar si hacemos tanto ruido que ya no nos escuchamos ni los unos a los otros? Viendo lo que hay que ver, yo también desconectaría el teléfono.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Sargantanas



No es que yo sea precisamente un especialista en fotografía de la naturaleza. Y si para colmo escoges como modelo a una lagartija y te esperas a mediodía para retratarla pues, bueno, terminas haciendo mucho el ridículo. Pero aparte de lo absurdo que puedo resultar tomando decisiones, soy muy cabezota.

A esta belleza turquesa/esmeralda la conocí en Ithaké. Ella y sus congéneres son sus mas legítimos moradores o al menos los mas antiguos. Su nombre científico es Podarcis pityusensis formenterae, un nombre farragoso que no hace honor a tan grácil criatura. Son ágiles, rápidas, acrobáticas, curiosas, simpáticas y provocativas.


A veces, cuando salía al borde del camino a contemplar el bosquecillo de pinos bajo el Sol de mediodía, miraba arriba y abajo por si llegaba algún italiano en motocicleta. Y entonces veía en el muro de piedra una multitud de ojillos atentos, todos ellos clavados en mí. Esa misma naturaleza curiosa y osada les valió tener que apresurarse no pocas veces para no ser atrapadas por mi pequeño y fascinado hijo, con el que a menudo bajaba por el camino en su búsqueda.


Un día al fin me decidí y puse manos a la obra en el empeño de cazarlas con mi cámara. Corrí, escalé, repté y al fin alguna conseguí fotografiar. Descubrí que las sargantanas cuando se ven acosadas son capaces de correr y saltar como los gatos y que a veces chillan. Fue una agotadora experiencia bajo el Sol de julio. Pero valió la pena. Y no porque las fotos sean gran cosa, sino porque son las primeras. Eso sí, la próxima vez mejor bien de mañanita ...

domingo, 5 de septiembre de 2010

La belleza



No sé cuál es la razón por la que la luz me conmueve de esta forma el alma. No sé cuál es la razón por la que cada rincón del mundo que contemplo me muestra un fragmento de absoluta belleza. No voy a discutir con nadie si la vida es bella o una perpetua pérdida.

Solo voy a contemplar la puesta de Sol, a recorrer con la mirada las delicadas evoluciones de la luz entre las nubes. Solo voy a dejar que un asombro infantil, prístino, me invada mientras el anaranjado se vuelve rojo, violeta, azul profundo y al fin negro. Voy a aspirar el aire fresco y en calma, a sentir bajo la palma de mis manos el calor reverberante de la roca en el muro.


Y luego voy a acudir junto a mi mujer y mi hijo, voy a acompañarlo mientras el sueño lo acoge en limpios sueños, voy a amarlos, voy a jurarme que le enseñaré a ver el mundo, a disfrutarlo, a amarlo como yo lo veo, lo disfruto, lo amo. Voy a jurarme que nunca seré pesimista, que nunca renunciaré a la lucha, que le enseñaré a no serlo él tampoco. Voy a verlo libre y a quererlo así, para que me discuta, para que me niegue, para que emprenda algún día su propio camino, tan distinto o tan cercano.

Y voy a dormir sabiendo que aunque los hombres se empeñen en lo contrario, aunque mis solas fuerzas no basten, aunque la lucha pudiera ser inútil, lo absurdo, lo único verdaderamente absurdo, sería aceptar la muerte de la belleza que percibo y de la esperanza de que los demás tengan también la oportunidad de conocerla. Que lo verdaderamente absurdo sería convencerme de que es mejor tumbarse a llorar cuando lo que en realidad me surge del alma es persistir y luchar.

Y voy a agradecer a mi suerte lo vivido y lo que queda por vivir, por ver y por amar. Las puestas de Sol futuras y el asombro en los ojos de mi hijo.

martes, 31 de agosto de 2010

No pudo ser ...

No pudo ser y es una auténtica lástima. La noche del 12 al 13 de Agosto salió nublada. Haciendo un mal chiste, San Lorenzo lloró en balde porque, al menos allí, no hubo nadie para contemplarlo.

A veces ocurre que las cosas que se pueden torcer se tuercen por completo. Es la conocida Ley de Murphy en su versión "astronómica" (el corolario de no-se-quien): todo acontecimiento astronómico se convierte al instante en un gran atractor de nubes. Y certifico que al menos esa vez se cumplió a rajatabla.

Hacía tiempo que no había tenido el inmenso placer de asistir a un máximo de las Perseidas desde un lugar de observación decente. Y ahora que tenía equipo y conocimientos como para aprovechar el evento y tratar de fotografiarlo, la ocasión la pintaban calva. Traté de organizar una observación compartida con mis amigos, preparé equipo y técnicas, busqué la ubicación mas adecuada (dentro de lo razonable), recopilé información, organicé planings y me dispuse a sacrificar una noche de sueño. Y entonces, cuando todo estaba listo, poco a poco empezó a desmoronarse.

La incompatibilidad de agendas me dejó huérfano de mis amigos, los gremlings de la informática sin el necesario programa de procesado y el inclemente dios de la meteorología (del que soy devoto y diligente oficiante) sin nada que observar ni fotografiar. Otro año será, aunque éste era el bueno porque la Luna estaba en fase nueva y las condiciones hubieran sido las óptimas.

Me queda el consuelo de haber podido ver (y fotografiar por pura casualidad) al menos el preludio a finales de Julio desde Ithaké. Les dejo la mejor de las fotos que saqué, aunque creo que el meteoro en cuestión no es una perseida sino una kappa-cígnida. Qué le vamos a hacer ...

viernes, 27 de agosto de 2010

Recuerdos del Cantábrico


Hace ya muchos años o un suspiro, cada cual que escoja su propia medida del tiempo, llegué hasta las costas del Gran Mar. Llegué con la mochila escasa de ropa (como siempre) y los ojos hambrientos de luz y de imágenes, compartiendo los pasos con mis amigos.

Compartimos un cocido montañés que aun hoy recuerdo asombrado, una carrera cuesta abajo y sin frenos en los lagos de Enol, un largo paseo en canoa por el Sella, la vieja y raída habitación de un albergue de Ribadesella que nos pareció un palacio, las cúpulas de una gran tormenta alzándose en la mañana sobre un mar en absoluta calma, una playa mutante bajo el abrazo de la inmensa marea, los negros cangrejos junto a la batiente, el color verde, los bosques brumosos, una carretera abandonada en la noche del páramo camino de Miranda de Ebro ... Pero sobre todo el azul infinito extendiéndose frente a nosotros en una brumosa mañana sobre los acantilados de la Costa de la Muerte.

El Mar, la curiosidad, el asombro, mis amigos ... ¿qué mas añadir?



Como Roy Batty, el Nexus-6 de Blade Runner (tú, Deckard, también estabas allí y recuerdas como yo cada brizna de hierba), " ... he visto cosas que vosotros nunca creeríais ..." Mis ojos se llenaron de todas esas imágenes que aun hoy permanecen frescas en el recuerdo y conforman una parte esencial del mosaico de mi vida. Aquel mar me impactó al enseñarme el sentido de lo inconcebible. Cambió mi alma con su bramido profundo y quedo.



Son apenas un par de royos de película, uno en color y otro en blanco y negro, todo lo que yo podía comprar con mi exiguos ingresos. Cada foto de ellos lleva mi alma cargada porque no había posibilidad de un segundo intento y tenía que capturar todo aquel asombro en apenas 48 instantáneas. Son pura intuición, puro dejarse llevar, sin técnica, sin conocimientos, sin experiencia, sin medios. Todo lo demás lo hizo mi vieja querida Pentax K1000 con su objetivo estándar de 50 mm a f:2, una cámara que compré de saldo y que me ha enseñado casi todo lo que sé (que no es mucho) de fotografía.

lunes, 23 de agosto de 2010

El alba de las estrellas

El Sol se ha puesto y comienza el crepúsculo. Durante una hora y media, poco mas o menos, la luminosidad del cielo decrece y la noche se va instalando poco a poco.

¿Sabrían identificar qué constelaciones están retratadas en la foto? La respuesta, mas abajo.

Se suele distinguir entre varios "crepúsculos": el civil, el náutico y el astronómico. Todo depende de la profundidad del Sol bajo el horizonte. Así, el crepúsculo civil abarca desde la puesta de Sol hasta que éste se encuentra a 6º bajo el horizonte. El náutico abarca, en cambio, hasta los 12º bajo el horizonte y, finalmente, el astronómico hasta los 18º. Al finalizar el crepúsculo astronómico la noche ha entrado a todos los efectos ya que la luminosidad del cielo ha decrecido hasta permitir distinguir todas las estrellas hasta la magnitud 6, considerada habitualmente como la magnitud visual límite.

Aunque en sentido técnico (y estricto) el crepúsculo se define tanto como el intervalo temporal inmediatamente posterior a la puesta del Sol (crepúsculo vespertino) como el inmediatamente anterior a la salida del mismo (crepúsculo matutino), en lenguaje común a este último se lo denomina "alba". Y de ahí se ha derivado su significado sinónimo de comienzo primero, de primera luz.

Quizás por pura simetría, si existen dos "crepúsculos", podríamos decir también que existen dos "albas". Pero puesto que se da el significado al que aludía antes, el "alba vespertina" lo sería no por referencia al Sol si no por referencia a las estrellas. Y tal vez no sea mas que una licencia poética, pero me gusta contemplar de ese modo inverso el suave y sedoso arribar de la noche a este maltratado mundo.

Así pues, cuando se pone el Sol y el azul del cielo se va haciendo cada vez mas profundo y oscuro, cuando el celeste se vuelve cobalto y los luceros principian en la gran bóveda, comienza el alba vespertina. El alba de las estrellas.

Para los curiosos, la Osa Mayor y parte de la Osa Menor. Por poquito, pero la Estrella Polar no es visible.