"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la

sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".

Homero
, Odisea, Canto I



miércoles, 23 de julio de 2014

Prueba del nuevo Samyang 10 mm F/2.8 para fotografía nocturna (y II).

Tal como contaba en la primera parte de este artículo, recientemente he adquirido una unidad del nuevo Samyang 10 mm f/2.8 ED AS NCS CS y éstas son las impresiones que he sacado de mis primeras experiencias con él.


Ante todo hay que decir que es un objetivo sólo apto para fotógrafos con gran paz interior. Es TOTALMENTE manual. No solo enfoque o diafragmado a la vieja usanza; puedes olvidarte de los datos EXIF porque no proporciona ninguno a la cámara al no disponer de chip y consecuentemente tampoco hay "chivatazo" al enfocar correctamente, ni funciona de modo normal el fotómetro (bueno esto no es del todo así para los usuarios de cámaras Nikon, porque Samyang sí equipa a sus objetivos de esa montura del correspondiente chip). Con él se actúa a ciegas, echando mano de lo que puedas saber de teoría de la fotografía.

f/4, 1/2 s., ISO 800
Su construcción mecánica es sobria, más ligero y contenido en volumen de lo que esperaba (y de lo que es habitual para estas focales). Se ve en él poco metal y mucho plástico, pero éste es de calidad y no transmite excesiva fragilidad. El anillo de enfoque es muy agradable, con la resistencia adecuada para que el enfoque sea firme pero no resulte un esfuerzo el rodarlo, y tiene un recorrido razonable. El de diafragmado es por contra algo incómodo de accionar por su estrechez y su posición muy pegada al cuerpo de la cámara. Un detalle a tener en cuenta es que las marcas de enfoque no son fiables, están "descalibradas", por decirlo así. En mi unidad he comprobado que una vez enfocado correctamente la distancia de enfoque quedaba marcada no por la linea ancha que debería indicarla sino por la línea que indica el final de la profundidad de foco a F/2.8, más o menos medio centímetro a la derecha de su posición correcta. Es un error de montaje muy común en todos los modelos de la marca y que al parecer se puede corregir sin problemas uno mismo con algo de habilidad y pulso firme (hay videotutoriales en la red que muestran el procedimiento general, por ejemplo éste). No obstante, una gran ayuda a la hora de enfocar es la gran profundidad de foco que tiene un objetivo de 10 mm como éste, porque permite una tolerancia mayor y nos permite no tener que rompernos el coco buscando el punto preciso de enfoque. Por lo demás, yo no he detectado holguras ni defectos de construcción evidentes, al menos en mi unidad.

Esta es la posición en la que enfoca a infinito. La escala no parece muy calibrada ¿no? ...

A nivel óptico tiene unas prestaciones más que interesantes. Desde máxima apertura su nitidez es sobresaliente en el centro y razonablemente homogenea en todo el campo. Una prueba muy gráfica e ilustrativa de la nitidez que es capaz de proporcionar este objetivo me la propició esta foto nocturna de las formaciones de arenisca que rodean una pequeña cala de Formentera.

f/2.8, 30s., ISO 200
En ella se aprecia la constelación de Lyra y en ella la famosa estrella múltiple Epsilon Lyrae. Esta estrella está  formada por dos parejas de estrellas dobles, separadas una doble de la otra por 208 segundos de arco. Dado que la focal del objetivo son 10 mm, las dos parejas (que se verán simplemente como dos estrellas a esta focal) se proyectarán en el sensor como separadas por tan solo 10 micrómetros. Y dado que los píxeles de la EOS 450D miden 5.2 micrómetros, las dos estrellas aparecerían separadas por algo menos de 2 píxeles.

Pulsa sobre la foto para ampliarla

Pues bien, en la imagen se aprecia perfectamente (pese al deterioro de nitidez al pasarla a JPEG) la separación entre las dos componentes, lo que implica una resolución elevadísima (normalmente la resolución de un objetivo se calibra con un test denominado MTF50 y que es una carta que proyecta un patrón de líneas para buscar después cuál es el número de líneas por milímetro en el que el contraste entre las zonas blancas y las negras del patrón ha descendido al 50%. Normalmente un buen objetivo alcanza un MTF50 de 40 líneas/mm en el sensor y uno excelente las 50 ó más, o lo que es lo mismo, una separación de 20 micrómetros entre una y otra, menos, pues, de lo que arroja mi test con Epsilon Lyrae).

f/2.8, 30s., ISO 1600
f/2.8, 30s., ISO1600
Las estrellas presentan un aspecto agradable y estético en todo el campo salvo en las esquinas donde el efecto de la proyección rectangular les provoca una fuerte deformación. Buena parte de la culpa reside en lo contenido de la aberración esférica y de coma. Nuevamente hay que acudir a los extremos del campo para percibirla algo. Así mismo la aberración cromática, solo evidente en las esquinas en condiciones de contraste muy fuerte (o en estrellas muy brillantes en fotografía astronómica), se puede corregir fácilmente mediante software. Presenta una cierta distorsión de barril (inevitable en este tipo de objetivos) que según la web ePhotozine es del 4.65 %, lo que puedo corroborar, un valor algo elevado para una focal fija. Más difícil es medir el viñeteo a causa del enorme campo de visión abarcado por el objetivo (105.9º en una cámara de formato APS-C), que hace casi imposible encontrar un fondo uniformemente iluminado con el que hacer pruebas. En la misma web afirman haber medido que las esquinas quedan oscurecidas 1.63 pasos respecto al centro del campo, lo que es razonable (y corregible vía software). Finalmente, el control de reflejos internos, si bien no presenta problemas exagerados, no es su mejor baza dejando bien claro que aun le queda camino por recorrer a la marca coreana con su tecnología de nanocristales. En realidad, esta última es la única pega seria ya que no es posible corregirla o minimizarla en el revelado o el procesado como el resto, aunque en paisajismo astronómico lógicamente debería tener una incidencia muy anecdótica.

f/5.6, 1/15 s., ISO 200
f/5.6, 5s., ISO 200
f/4, 30s., ISO 200
Conclusión.
Es un buen objetivo en cuanto a su rendimiento óptico, destacando particularmente en nitidez desde los primeros diafragmas, correcto en lineas generales a nivel mecánico y de construcción, y muy contenido de precio respecto de objetivos equivalentes de otras marcas a similares niveles de desempeño. Sin embargo no podemos olvidar que carece de diafragmado o enfoque automáticos e incluso de chip de diálogo (excepto en el modelo con montura Nikon), por lo que su uso y condiciones no son directamente comparables con los de la competencia. La clave está en si necesitamos lo que esos elementos nos proporcionan o podemos prescindir de ellos y gozar del mucho dinero ahorrado. Por eso antes de adquirir uno deberíamos tener muy claro si es adecuado para el uso que le vamos a dar (paisaje y nocturnas fabuloso; viajes puede que bien pero siempre que no se requiera inmediatez; el resto, a duras penas).

Prueba del nuevo Samyang 10 mm F/2.8 para fotografía nocturna (I).


 Samyang 10 mm f/2.8 ED AS NCS CS 
(Crédito foto: Samyang Optics)

Una de las limitaciones con las que me encontraba al trabajar con mi equipo era la falta de un angular extremo. Habitualmente, para fotografía de paisaje, tanto diurno como astronómico, utilizo un Tamron 17-50 mm F/2.8. Es un objetivo humilde pero cumplidor, que me ha proporcionado hondas satisfacciones pero que en combinación con el sensor APS-C de mi Canon EOS 450D me quedaba un pelín demasiado largo. Una buena manera de verlo es mediante la focal equivalente en 35 mm; en este caso el 17-50 equivale a un 28-81 en 35 mm. El estándar actual de los grandes angulares empieza siempre en 24 mm, por lo que es claro que algo pierdo por ahí. Y cuando el motivo principal de la fotografía es la Vía Láctea, con su enorme tamaño angular, esta limitación resulta muy patente. De modo que hace tiempo que barajaba la opción de hacerme con un angular extremo (para entendernos, todo objetivo con una focal equivalente inferior a 24 mm).

En fotografía de paisaje, tanto diurno como astronómico, la longitud (focal) sí importa ...

Una de las grandes ventajas de una focal tan corta es su enorme profundidad de foco. Para un objetivo de 10 mm de focal y F/2.8 su hiperfocal se sitúa a 1.87 metros, con lo que aparecerá enfocado todo lo que se encuentre desde 0.94 metros de la cámara hasta el infinito. Y conforme cerramos el diafragma su profundidad aumenta: a F/4 irá desde 0.78 a infinito, a F/5.6 desde 0.63 a infinito y a F/8 desde 0.5 a infinito. Ello significa que nos permite obtener composiciones en los que primerísimo primer plano y fondo estelar aparezcan enfocados a un tiempo, una aspiración que tenía desde hace mucho. Por otro lado, en lo negativo, son objetivos que producen una enorme deformación tanto por paralaje como por la propia proyección rectangular (que "estira" las esquinas y que está presente en todos los objetivos fotográficos pero es mayor cuanto menor sea su focal), por lo que son muy poco adecuados para retrato o arquitectura. Es posible corregir estas deformaciones en el procesado pero a cambio de una merma en las imágenes.

10 mm, f/2.8, 30 s., ISO 200
Profundidad de foco en acción; tanto el primer plano (a unos 2 metros de la cámara) como
el infinito (las estrellas) están enfocadas, consiguiendo un efecto muy interesante.

Un objetivo para fotografía astronómica ha de cumplir unos criterios muy estrictos, que pasan por una relación focal muy corta y una buena nitidez tanto en el centro como en las esquinas del campo de visión desde los primeros diafragmas. Habitualmente ambos criterios son contradictorios; a más apertura más aberraciones y peor nitidez, sobretodo en la periferia del campo. Tener ambas cosas implica acudir a objetivos "pata negra" y estar dispuesto a realizar el desembolso correspondiente (que puede ser varias veces superior al costo de mi propia cámara).Y en esas estaba cuando me topé con el nuevo Samyang 10 mm f/2.8 ED AS NCS CS

Hace mucho tiempo tuve un objetivo de ese fabricante, un zoom tele 70-210 F/4, que resultó nefasto en todos los sentidos y con ese prejuicio había valorado siempre esa marca. Tampoco ayudaban precisamente su plétora de objetivos de gama baja etiquetados bajo sus muchas marcas comerciales (Samyang, Rokinon, Falcon, Bower, Walimex, Dörr Danubia, Phorex, Siocore, Pixco y quién sabe cuantas más que se me escapan ... ). Pero algo parece haber cambiado en la estrategia comercial de ese fabricante en los últimos años. En algún punto empezaron a introducir diseños ópticos originales (y no meras copias de esquemas baratos) mientras se centraban en unas focales clave muy concretas y una total ausencia de automatismos para abaratar costes. Y el resultado es extraordinario. Basta con darse un paseo por la web de análisis técnico de material fotográfico DxOMark para comprobar el elevado desempeño que alcanzan sus ópticas 85/1.4, 35/1.4, 24/1.4 ó 14/2.8, rivalizando dignamente con objetivos Nikon o Canon tres y cuatro veces más caros. Incluso de una óptica tan peculiar y arriesgada como un Ojo de Pez de 8/3.5 es posible encontrar criticas muy positivas a poco que se rastrea en internet.

En diciembre del año pasado lanzaban oficialmente un modelo que venía siendo anunciado desde hacía ya algún tiempo; un angular extremo de 10 mm de focal y relación focal F/2.8. El anuncio prometía porque estas características se acompañaban de la presencia de lentes asféricas (para corregir la aberración de coma, la más habitual e insidiosa en la reducción de nitidez en la periferia), cristales de baja dispersión (para reducir la aberración cromática) y un nuevo sistema de recubrimiento antirreflejos (para aumentar el contraste, la fidelidad cromática y combatir los reflejos bajo condiciones de iluminación extremas). "Fantástico, justo lo que necesito y andaba buscando", pensé. Pero pese a estar oficialmente lanzado ni llegaba a las tiendas ni aprecia reporte alguno en páginas especializadas. Finalmente lo encontré en una tienda on-line polaca con ciertas garantías de seriedad y honestidad. Su precio resultó más que razonable pero mi economía no me permite lanzarme a la piscina sin mirar y la ausencia de test y análisis me hacían dudar sobre la conveniencia o no de su compra. Decidir hacerlo fue una agotadora tarea que me ocupó semanas. Visto lo visto, yo sería el "tester". Y para que no se diga, éste es mi análisis técnico.

Esquema óptico del objetivo, destacando los elementos asférico, de baja dispersión y el recubrimiento de nanocristales
(Crédito foto: Samyang Optics).

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Montoro de Mezquita: regalos de lluvia y otros pequeños tesoros


 El valle del Guadalope a su paso por Montoro de Mezquita, encajonado entre dos estrechas gargantas
 que lo cierran como a un pequeño cofre.

 Siempre que viajo a Montoro de Mezquita, un pequeño pueblo en el noroeste del Maestrazgo de Teruel, mi prioridad es la fotografía de las estrellas. No en balde sus cielos son de los de mejor calidad de toda la península por su bajo nivel de contaminación luminosa. Pero a veces los planes se tuercen y el cielo se cierra a cal y canto y te deja con el equipo compuesto sin llegar a poderlo sacar del maletero.


Pero a veces, si no te empeñas en lamentarte y dejas que tus ojos deambulen lenta y libremente, descubres que a pocos pasos una infinidad de diminutas maravillas, de pequeños tesoros, se extiende sin pompa ni boato pero llena de belleza. Y simplemente tienes que pulsar el disparador: las fotos se hacen solas. Muy malo ha de ser uno para que no salgan hermosas.



Montoro de Mezquita es como un pequeño cofre de tesoros humildes; de flores, mariposas, rocas, fósiles, aves, historia. De gente, muy buena gente, como Mari Carmen, José Luís e Isabel. Y de estrellas, pero para ése tendré que esperar a otra ocasión.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Cuestión de tradición

 
Empieza a ser tradición que cada año, por estas fechas, publique una nueva versión de la región del centro de la Vía Láctea. Podría ser algo más original pero es que es demasiado fotogénica y me pilla pintiparado en mis viajes a Ithaké. Además, supongo que voy buscando la foto perfecta (al menos todo lo que yo puedo acercarme a ese concepto) y siempre pienso que podría mejorar el encuadre o aumentar el tiempo de exposición acumulado para poder extraer más y más detalles.

En la del año pasado no terminé de quedar satisfecho con el procesado. La de este año me deja más tranquilo en ese apartado. Por cierto, como el encuadre es distinto (la de este año se enfoca más sobre el centro de nuestra galaxia), podría tratar de formar un mosaico con las dos, a ver qué tal, pero eso lo dejo para más adelante.

 En el apartado técnico, decir que se trata de 16 tomas apiladas de 4 minutos de exposición cada una con un objetivo de 50 f/1.7 a F.2.8 e ISO 200. Son, pues, 64 minutos en total.

A lo mejor a alguien le llama la atención el ISO de la foto; 200, un ISO bajo para lo que suele ser costumbre en astrofoto. La razón, sin embargo, es sencilla. Es una zona del cielo llena de regiones oscuras junto a regiones muy luminosas, con innumerables estrellas de brillos muy diversos. Es una zona, en definitiva, que requiere un muy amplio rango dinámico para representarla correctamente. 

 Cuando el ISO crece, el rango dinámico de las cámaras digitales se reduce (más o menos en la misma proporción), por lo que es muy importante no excederse con la exposición para no perder información en las luces altas. Lo que lleva al crecimiento exponencial del número de tomas, con la complejidad que ello supone. Es por eso que considero que el ISO alto es más adecuado para motivos de bajo brillo superficial en los que la variable fundamental es el ruido (paradójicamente, cuanto más alto es el ISO menor es el ruido a igual tiempo de exposición y nivel luminoso), mientras que el ISO bajo es adecuado para motivos con un elevado rango dinámico.

Es un tema interesante que merece un espacio más amplio para ser desarrollado y discutido. A ver si más adelante ...

jueves, 1 de agosto de 2013

La Amistad en la Hora Azul



Existe un periodo de tiempo, posterior a la puesta del Sol, en el que todo queda envuelto en una mágica luz azul que lentamente se va volviendo más y más profunda hasta fundirse en el negro de la noche cerrada. Los fotógrafos la denominan "la Hora Azul".

No creo equivocarme si afirmo que todos tenemos alguna experiencia vital memorable ligada a esa "hora". Tal vez por ello resulte tan evocadora y fascinante.

A mi hijo David le encanta ese lugar concreto. Él lo llama "el restaurante de las hadas" y pocas cosas le gustan más que dejar volar la imaginación sobre la arena mientras el crepúsculo discurre dulcemente. Claro que, ¿a qué niño no?. Y esta vez se encontró allí con una niña de carita linda y lánguida con esas mismas inclinaciones.


No sé gran cosa del encuentro; me limité a observarlo de lejos, sin intervenir. Y a fotografiarlo, claro. Sé que era de otro país, de uno lejano. Oí una conversación de sus padres y era una lengua germánica. No soy un entendido pero me pareció escandinava tal vez. Y no creo que ella supiese castellano. Pero se entendían; los niños saben hacer éso. No necesitan hablar para comprender cuando sus mentes caminan en sintonía.


 Deambularon por la playa, contemplaron el mar y el lejano faro. Fueron piratas arribando a una isla lejana. Fueron asombrados exploradores ante Venus resplandeciente. Incluso me pareció que bailaban por un momento.


Ella, tranquila, tal vez tímida, observaba a David moverse acelerado y teatral, contando en voz alta cada cosa que alcanza su imaginación como quien radiase una lluvia de estrellas en riguroso directo. Como la noche y el día, y sin embargo tan iguales.

Llegó con la puesta de Sol y marchó cuando la noche cerraba. Se despidieron junto a los focos de vivos colores que jalonaban la pasarela de madera. Sin tristeza. Supongo que porque ellos comprenden sin dificultad lo obvio: no hubo pérdida alguna por la que sentirla, sólo gozo y experiencia.


Qué sería de nosotros si la vida no nos regalase momentos como ése. Qué sería de mí si no lo tuviese a mi lado.

jueves, 24 de enero de 2013

El Golfo



Costa occidental de la isla de El Hierro, vista desde las alturas del Mirador de La Peña.

Yo viví ahí abajo, de prestado del volcán ...

El Golfo es un gran semicirculo de acantilados escarpados y altísimos (en algunos puntos se superan los 1000 metros de caída libre ... ) que rodea una estrecha franja de llanura junto al mar. En su centro se sitúa el municipio de Frontera, el segundo más importante de los tres de la isla, así como la mayor parte de las plantaciones de plataneras y frutas tropicales. Es una zona rica y fértil, de clima maravilloso en el que nunca es invierno.

Pero también es el producto de un colosal corrimiento de tierras que arrojó al mar un inmenso bocado de la isla (probablemente alrededor de un 20 a 25% de la misma). Toda su llanura costera es un gran amasijo de enormes rocas volcánicas negras y ceniza, todo fragmentado y triturado. En los balcones de su anfiteatro de acantilados todavía son habituales los pequeños (o, en ocasiones, no tanto) desprendimientos y corrimientos. Sin ir más lejos, yo vivía en una calle que se llamaba "Los cantos" y no lo era precisamente por ningún género lírico canario ...

Pasear por esos impresionantes senderos era como hacerlo por los restos de una ciudad destrozada por un atroz bombardeo. Es el recordatorio de la inmensidad de las fuerzas de la Tierra y lo poco que podemos hacer contra ellas. Y pese a todo, de la inconsciencia con la que edificamos nuestras vidas sobre las temibles fauces de la bestia; algún día, una nueva ola de erupciones, quizás algún terremoto de cierta magnitud, y otro gran cacho de isla se precipitará al mar produciendo un debastador tsunami que arrasará las costas de América o África. Solo es cuestión de tiempo, como para la isla de La Palma, no lejos, al norte.

Al fin y al cabo, no somos más que una mota de polvo pasajera sobre la faz de nuestro planeta.


sábado, 29 de diciembre de 2012

Varadero



Un pequeño retazo de Ithaké: varadero de Es Caló de San Agustí. Toda la luz, todo el color, de julio, del Mediterraneo.

Adoro esas sombras ...