"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la

sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".

Homero
, Odisea, Canto I



domingo, 31 de octubre de 2010

Las manos del artista



A veces, por una rara conjunción de factores, ciertas personas nacen con un don especial. Y a veces ese don se alberga en las manos. Y en la mente, claro, porque si no las manos por sí solas serían impotentes. Esas personas son artistas.

Es increíble, casi mágico, contemplar como lo que es solo una construcción de la mente toma cuerpo, volumen, y salta del mundo de las ideas al de la realidad palpable con los simples y suaves movimientos de unas manos que casi parece que, mas que construir, acariciasen el espacio y fuese la propia forma la que tomase cuerpo bajo sus palmas.


Yo tengo la inmensa suerte de que uno de ellos es mi propio padre. Y de que, aunque sea con cuentagotas, sus manos diesen forma entre otras muchas cosas a uno de mis iconos. Porque él es un constructor de barcos.

Fabrica en maderar cada pieza, perfectamente a escala, y las ensambla siguiendo planos que solo están en su mente; una vez talló sobre un tronco el famoso "Mayflower", con el que colonos puritanos cruzaron el atlántico hasta las entonces novedosas tierras de América en 1620. Y era tal la riqueza, exquisitez y realismo de los detalles que parecía imposible.



Y en otra ocasión construyó ante mis ojos fascinados de adolescente esta fragata española de la década de 1710, que permanece inacabada porque, como todos los artistas, su impulso creador es intenso pero breve y caprichoso y no pocas veces le lleva a abandonar durante años, incluso para siempre, obras casi finalizadas.

A mí, francamente, me parece increíble que alguien pueda hacer estas pequeñas maravillas, yo que soy casi un completo negado para las artes manuales. Solo espero que algún día finalmente lo pueda ver en todo su esplendor, con toda su arboladura y su potente presencia. Y que así pueda enseñárselo a mi hijo y contarle como son y como hacen magia las manos de un artista.


jueves, 28 de octubre de 2010

Amanece sobre la estepa

Amanece sobre la estepa en la que ando exiliado de las cálidas aguas de mi mar y de mi isla. Amanece nítido pero al tiempo brumoso, y no es lo mismo. Porque aquí el aire es seco y recio, cortante. Aquí la bruma se pega al terreno, acecha en la vegetación, se escurre entre los terrones. Aquí el mar se intuye lejano (o mejor, se siente su ausencia, el vacío que deja en el alma para los que somos de su ser). Aquí no lo puedes oler.


El olfato (y el gusto, que en realidad es el mismo órgano pero extendido "al revés" para poder buscar huellas químicas en lo que penetra en nuestro interior con destino al sistema digestivo) es el sensor mas extraordinario que poseemos. Cegado por la gran importancia que le damos a la información visual y atolondrados por la cultura occidental que reniega del universo olfativo, obviamos la importancia y la significancia de los olores. Pero el caso es que somo capaces de percibir incluso unas pocas moléculas de agente oloroso en una bocanada respirada. No digamos ya los grandes especialistas del ramo, como los perros, los elefantes o los cerdos. Y además, el olor, junto con el sabor, es la sensación mas poderosamente evocadora de recuerdos que podemos percibir.

A kilómetros de distancia, tantos como para que nuestra vista aun no sea capaz de localizar el origen, nuestro olfato es capaz de detectar e informar de la presencia de cosas tan etéreas como la humedad de la lluvia, las tormentas eléctricas o el mar. Olemos la muerte (no la putrefacción del cuerpo muerto sino un rasgo particular e indefinible asociado a la muerte misma), la niebla, el calor (lo certifico; yo lo he sentido), ...

En mi particular universo el olor del mar ocupa un lugar especial. Es la atmósfera cálida en la que se envuelve cualquier espacio que yo pueda llegar a llamar mi hogar. Aunque no lo pueda ver a diario, necesito el mar cerca de mí. Necesito su olor para sentirme a salvo y en casa.

Pero aquí no está. Aquí abundan el silencio y la claridad, el cielo es mas nítido y los caminos mas rectos. Aquí el paisaje es mutante y ambiguo como la piel de un camaleón, que fuese del rojo sangre al verde chillón, pasando por el amarillo e incluso el gris, y todo sin cambiar de metro cuadrado. Aquí el frío corta y el calor achicharra. Es una tierra de severa hermosura pero a la que no me unen los lazos de la sangre. Una tierra en la que estoy de paso.


Y en esas ando aquí, lejos de casa, esperando que el capricho voluble de los dioses me permita encontrar de nuevo el camino de vuelta. Contemplando amaneceres llenos de una rabiosa belleza en esta tierra sin sombras a la que no me puedo anclar mas que lo justo porque el mar me llama, me grita a lo lejos, tendiéndome fugaces moléculas de agua y salitre que se pierden en el viento antes de haberme alcanzado. Esperando que pronto deba de izar velas y partir.

P.D.: Y es que estos dioses inclementes me tienen harto y me hacen albergar ateas tentaciones de liarme la manta a la cabeza y mandarlos a paseo ...

jueves, 21 de octubre de 2010

Flowers



Como no solo de astros se alimenta el alma humana, hoy toca hacer una entrada como ésta. Hoy no hablaré de paisajes, no les contaré extraños relatos ni abrumaré con aspectos técnicos ni reflexiones. Hoy simplemente les mostraré flores. Flores humildes de plantas humildes encontradas en lugares humildes.


Habré de hacerles notar, sin embargo, que a mi modo de ver la belleza simple y sin pretensiones de estas pequeñas flores es belleza auténtica. Me refiero que a diferencia de la belleza pomposa de las flores famosas, la belleza humilde de éstas es mucho mas auténtica y universal. Solo que no tendemos a reparar en ella.


Pero todo esto es simple divagar porque en el fondo lo único que pretendía, por esta vez, era mostrarles estas fotos. Simplemente porque me apetece.

Al final va a resultar que soy un sentimental.

jueves, 14 de octubre de 2010

El centinela olvidado



Pese a que su nombre es Sa Torre des Cap (La Torre del Cabo), no está situada exactamente en éste, lugar que en cambio sí ocupa el faro del mismo nombre. Aun así no deja de ser impresionante su emplazamiento; sobre un acantilado abierto al sureste, dominando la entrada al golfo que constituye la costa sur de la isla.

Cuando la mirada se pierde hacia el mar frente a la Torre es imposible olvidar el casi imperceptible runrún que nos cuenta que allá lejos, tras el horizonte, tan sorprendentemente cercano y tan tristemente lejano a un tiempo, se alza la costa de otro continente. La costa de la Barbaría, deformación o tergiversación de Berbería, la tierra de los bereberes.


Se trata de un edificio de planta circular, de dos alturas, con recios y gruesos muros que alcanzaban mas de dos metros de espesor en la parte inferior. Se accedía por una pequeña puerta situada en el piso superior, alcanzable mediante una escalera móvil. La planta inferior era destinada al almacenaje de provisiones y polvorín, mientras que la superior contenía los aposentos de los centinelas. Sobre el techo había una terraza parapetada que servía como atalaya y en la que se ubicaba un cañón y un matacán desde el que se podía defender la entrada de la torre en caso de ataque o asedio, los restos del cual aun son visibles.

Esquema de torre defensiva mediterránea, en este caso la Torre des Savinar (Ibiza). Dibujo de
Paul R. Davis (2009) extraído de su obra "Ibiza y Formentera. El legado histórico".

Durante mas de medio siglo la torre, que es mucho mas joven de lo que parece pues data de la década de 1760, se constituyó en la primera atalaya desde la que se espiaba la funesta llegada de los famosos piratas berberiscos desde el sur, desde Argel, así como las no menos peligrosas incursiones de la flota británica. Y pese a su escaso tamaño, era (junto a las demás de su tipo por todo el Mediterráneo) todo un ejemplo de fortaleza defensiva; se cuenta que, en 1794, dos barcos de guerra ingleses bombardearon durante días la torre de Cape Mortella, en Córcega, sin causarle prácticamente daño alguno reseñable ni bajas o heridos entre los 30 soldados que la defendían.

Hoy la Torre des Cap descansa abandonada guardando la República de las Gaviotas y la alegre Comuna de las Sargantanas, en el páramo rocoso achicharrado por el sol que quedó tras la deforestación de toda la zona del Cap de Barbaría en aras de la ganadería ovina y caprina. Y en su soledad no cuesta imaginar los días eternos y las noches de vigilia de sus centinelas, siempre frente al mar, siempre expectantes, bajo la cortante tramontana o bajo el sol abrasador de julio. O bajo el arco sublime de la Vía Láctea, cuando el tiempo se detenía bajo la bóveda en aquella época que nos parece tan lejana, en la que la contaminación luminosa aun no tenía ni nombre.

martes, 12 de octubre de 2010

Mineral vivo



A veces la frontera que separa lo mineral, lo inerte, de lo vivo es muy tenue. A veces la realidad fluye muy suavemente desde lo uno a lo otro. A veces es imposible separarlos. A veces no es posible entender lo primero sin lo segundo ...

Quizás solo sea un defecto humano, una limitación de nuestra mente. Entendemos las cosas aplicándoles categorías absolutas y tal vez sea eso lo que nos conduce a la perplejidad ante aquellas que se deslizan en la frontera o que se extienden ampliamente desde un lado a otro de la misma. Y lo cierto es que casi nada es exactamente lo que esperamos que sea en virtud de su categoría. No es que existan muchos tonos de gris entre el negro y el blanco; es que ambos son solo dos posibles tonos de gris.


Hay mil formas, un millón, infinitas ¿por qué no?, de ser. La ambigüedad es el signo de nuestro mundo. Y eso es a un tiempo bueno y malo. O tal vez ni una cosa ni la otra. Tal vez baste con que el ser sea consciente de sí mismo y autoconsistente. ¿Qué mas dará que lo denominemos tal o cual?¿Acaso algo es menos sí mismo porque lo encasillemos en una u otra categoría? Al fin y al cabo la realidad es mas terca que el lenguaje.

Un juego; ¿dónde está Wally?¿a qué especie pertenece?

Yo, personalmente, siento una reverencia especial por lo mineral. Por la cálida e íntima manera en la que cobija lo vivo. Por el modo extenso en el que forma parte de ella y viceversa. Y por el legado del tiempo que le brinda. Porque lo mineral es lo que nos une a la raíz de todas las cosas, al origen, a lo inconcebible.

viernes, 1 de octubre de 2010

Ascenso y caída de Axel "Gillette"



Me miro al espejo y el éxito me saluda. Hola; mi nombre es Axel y todos ustedes me conocen. Soy ese hombre que sale en los anuncios de productos para el afeitado en horario de máxima audiencia. Soy la viva imagen del triunfo, de la seguridad, del liderazgo. Yo soy el macho alfa.

Me levanto cada mañana entre carísimas sábanas de un blanco deslumbrante que cambio cada semana para que jamás lo pierdan. Y salgo de ellas justo cuando el Sol amanece rojo y radiante, iluminando el cuerpo desnudo de mi amante, una rubia despampanante que aun duerme apenas cubierta por un pliegue. Voy al baño sin asomo de cansancio ni pereza, tan solo para afeitar una barba incipiente que la noche anterior me sirvió para seducir sin remisión y que desaparece limpiamente sin ofrecer resistencia al deslizar de la cuchilla.

Tengo un lujoso ático/dúplex/loft en pleno centro por el que pago una barrabasada, un Audi TT nuevo que me cambiaré en dos años y unas Ray-Ban de edición limitada. Mi piel solo la tocan trajes de Armani, perfumes de Hugo Boss y un reloj tan caro que con lo que me costó viviría una tribu en Somalia durante un año. Desayuno café solo y whiskey de malta que me traen ex-profeso de Escocia.

¿Hay algo que no tenga? Sí, por supuesto; no tengo un solo pelo fuera de mi cabeza, ni un gramo de grasa localizable en mi perfecta anatomía. Piso mas el gimnasio que la casa de mis padres y nunca me abandona el desodorante.

Trabajo como asesor financiero para una multinacional, mi sueldo mensual se escribe con seis cifras y tengo una Visa Oro. Presumo de gastar mas de lo que ingreso y de que me den crédito en todas partes. No tengo horarios ni calendario. Viajo en Business y cinco estrellas. Nunca digo mas de dos palabras al servicio ni admito excusas. Reservo mi conversación para los que estén a mi altura.

* * *

Me ha citado mi jefe para dentro de media hora. Afilo la mirada; la semana pasada despidieron a Morgan y hace un mes a Lehmann. Cada vez menos tiburones en la piscina, mas carnaza para mí. No me han dicho para qué me mandó llamar pero no me cabe la menor duda de que para darme las carteras de clientes de esos perdedores.

Dicen que Morgan ha tenido que devolver el coche de empresa, que ha dejado su apartamento en el Soho, y que ya no le quieren ni ver en el Club de Tenis. De Lehman cuentan cosas peores; que no pudo pagar las deudas y perdió su casa, que lo dejó su novia por otro, que no encuentra empleo porque tiene demasiado currículum, que hizo de chapero en algún bar para ejecutivos hasta que se pasó de la raya con la cocaína (me salió un chiste) y le quedaron secuelas, que le han visto intentando vender pañuelitos en los semáforos ... Perdedores.

Mi jefe es un tipo gordo, calvo y peludo. Tiene una mujer horrible y un perro detestable. No nos parecemos en nada y me resulta imposible pensar que con el tiempo me acabe convirtiendo en él pero, por otro lado, mi carrera me lleva a eso. Tarde o temprano escalaré hasta donde él se encuentra y se echará a un lado o le apartaré, ¿seré entonces como él?. Al pensarlo por una vez una cierta angustia me recorre el espinazo y el vientre mientras entro en su despacho y me dirijo a su lujosísima mesa de madera tropical. Una angustia que no se reduce, antes al contrario, al contemplar su expresión, con una sonrisa reptiliana dibujada en su semblante. Me invita a sentarme, me empieza a hablar de la crisis, la empresa ha de satisfacer las expectativas de sus inversores, hay que aligerar el número de ejecutivos. No hay que verlo como un fracaso; es una oportunidad ...

La navaja se desliza, pero esta vez a su paso sale sangre. Me sorprende: la sangre es roja, quién lo iba a decir.