Aquella compañía conformaba mi geografía alternativa. Me explicaré: Jugaba a bautizar en mi mente las calles y plazas por las que pasaba con los nombres de los astros que se destacaban prominentemente sobre ellas. Había una avenida de Venus, una calle de Sirio, una plaza de la Luna, una torre Marte.
Las calles, en caóticamente ordenada perspectiva apuntaban directamente a las estrellas y éstas mostraban así su doble juego. Eran como los guías del viajero errante en tierra extraña y al mismo tiempo, en la lejanía, semejaba que mi camino me conducía directamente a ellas.
Como la cuidadosa arquitectura de los templos antiguos, cada línea nos recuerda que al final de todos nuestros sueños está la eternidad. No es que los astros dicten nuestro destino. Es que nuestra alma nos susurra al oído que de alguna inconcebible manera formamos parte de esa inmensidad. O tal vez sea, como decía Carl Sagan, la intuición de que tarde o temprano abandonaremos el cálido regazo de la Tierra para navegar entre las estrellas… Qué sé yo. Al final, la astronomía es también una forma de espiritualidad.
Tengo postergado y sin fecha un gran viaje por lo humano y lo telúrico, fuera de toda ruta, con la Luna como guía. ¿No sería fantástico?
Ciertamente que sería fantástico esa viaje.
ResponderEliminarPienso que realmente lo hemos empezado ya cada uno, aunque no lo hagamos solos. Ahí está la familia, los amigos...
Las fotos hermosísimas. La primera una pasada.
Hermano, tu viaje a Íthaca, telúrico, es un viaje compartido de infinitas formas.. Yo también lo siento así..
ResponderEliminarUn blog muy poético.. muy hermoso..
Gracias por apoyarme siempre..