"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la

sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".

Homero
, Odisea, Canto I



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Pequeños milagros


 
Según la Wikipedia:

"La palabra milagro encuentra su raíz en el latín miraculum que significa 'mirar'. Los latinos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades. Así entonces, miraculum proviene de mirari, que en latín significa 'contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción'. ...
Es así como, desde el punto de vista etimológico, la palabra milagro no dice relación necesariamente con una cierta intervención divina, sino que se liga al asombro ante lo inefable, tal como lo plantearan los latinos"

El hecho de que algunas de las cosas asombrosas que nos acontecen sean explicables y hasta predecibles no le resta magia a su contemplación. En parte porque explicar no es comprender, porque existe una distancia insalvable entre lo que el pensamiento simbólico (por ejemplo el matemático) puede aprehender y lo que de ello le alcanza al pensamiento pragmático. Un ejemplo: podemos simbolizar e incluso utilizar para cálculos la velocidad de la luz, podemos teorizarla, incluso demostrar de dónde surge su valor, pero nuestro cerebro es totalmente incapaz de imaginar cabalmente lo que significa moverse a semejante velocidad. No comprendemos la luz.

Éste es un aspecto fundamental que, a mi modo de ver, suelen obviar los creyentes cuando se refieren a la visión atea del mundo (algo en lo que también incurren muchos ateos). La capacidad de asombro, de maravilla, la experiencia de lo mágico en la vida, no están ligados necesariamente a la percepción de la divinidad. Son, de alguna manera, una consecuencia inevitable de que nuestra percepción del mundo es limitada y de estructura peculiar. Algo que las leyes de la ciencia recogen con naturalidad desde hace ya un siglo, tras el enunciado del Principio de Incertidumbre por W.K.Heisenberg en 1927.

Y a mí ésto me parece una suerte; que el ser humano sea libre de pensar y de creer en lo que quiera y/o necesite sin que obligatoriamente ello le haga perder nada del gozo de la vida. En lugar de pelearnos por tener la razón en nuestras opiniones deberíamos dar las gracias por estar vivos y que ello constituya un reto tan apasionante.

¡Cuánto tiempo perdemos en cosas absurdas! ...


5 comentarios:

  1. Olé!!

    Hace tiempo que tengo un proyectito fotográfico sobre estas cosillas. Lo llamo "cosas de valor que no cuestan nada". Es un modo de usar la sensibilidad de uno para sensibilizar al resto. Cuando logre reunír varias fotos de buena calidad buscaré algún modo de hacerlo público, a ver si dejamos el mundo un poco mejor que está.

    Un abrazo.

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  2. Preciosa foto!
    La culpa de que no entendamos la luz, la tiene ella y solamente ella: Que si ahora soy onda, no que ahora quiero ser partícula...¡Un poco de seriedad, por favor!¡Hay que definirse!
    Como dice Encarnito, cuantas cosas valiosas que salen gratis, ( o casi)
    Un abrazo
    j

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  3. No todo es como se presenta ante nuestros ojos, afortunadamente hay muchas cosas que desconocemos.

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  4. Ercanito, a ver si lo haces realidad; es un hermoso proyecto.

    Unsui, de eso nada; la culpa la tenemos nosotros que nos empeñamos en obligar a la luz a entrar en una categoría u otra cuando no son mas que construcciones matemáticas, es decir, formas que utiliza el cerebro para simplificar y sistematizar la información sensorial. La luz es luz y somos nosotros los que ante la dificultad deberemos reformular nuestra manera de entender el mundo.

    Ars, pues a mí con lo que se me presenta ante mis ojos ya tengo para muchas vidas de satisfecha fascinación. Como decía Sagan, es una fortuna inmensa el que nuestro cerebro esté programado para indagar el mundo, para sentir curiosidad y que ello nos produzca tanto placer.

    Un abrazo a todos.

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  5. Nos pasamos la vida creyendo que nuestros sentidos son certeros y nuestra inteligencia superior, pero lo cierto es que el ojo, que es el sentido en el que más confiamos, nos engaña constantemente y aún así creemos todo lo que vemos. En el fondo estamos diseñados para ser creyentes, el auténtico milagro fue cuando comenzamos a dudar, eso fue lo que nos hizo avanzar en conocimiento. Sin el milagro de la duda, aún seguiríamos pensando cosas como que un eclipse de sol se conjura con rezos.

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