
Hace unos pocos días, en el blog de
Frikosal se produjo una interesante discusión. Como no podría ser de otro modo la cuestión giraba entorno a la crisis.
Ninguno de los participantes en ella tenemos formación en economía (que yo sepa) pero es un tema que, desgraciadamente, nos afecta a todos en tal grado que estamos obligados a realizar un curso rápido de la materia. Y el caso es que, tras muchos años expurgando de aquí y de allí, escuchando a personas que sí saben mucho de estas y otras muchas cosas, leyendo, contemplando y, sobre todo, reflexionando y tratando de comprender el significado de las cosas, he llegado a montar mi propia imperfecta visión del mundo en el que vivimos y del origen de las cosas que nos acontecen. Y, como muchos, no estoy muy satisfecho con lo que me rodea.
Pero, ¿existe una alternativa?¿o estamos condenados a dejar que las fuerzas de la historia y la economía dicten sentencia para bien o para mal? Responder a estas cuestiones supone un ejercicio de la mayor dificultad, no tanto por lo complejo del tema o lo insuficiente de mis conocimientos, sino principalmente porque el esfuerzo de dar una respuesta coherente es mucho mayor que el de plantear una crítica. Reunir todas tus ideas en un todo coherente te exige confrontarlas con la realidad, pasar de los deseos a los hechos y ser sincero con uno mismo. Es fácil ser un revolucionario de salón; lo realmente difícil es dar una alternativa concreta y exponerse a la posibilidad de estar equivocado.
Expondré pues mis equivocadas certezas para que me digan todos ustedes cuales son sus fallos. Mas que convencer a nadie, preferiría conocer mis errores para poder corregirlos, porque en esta lid no sirven de nada los adeptos si no es la razón la que nos alumbra. Pero no aspiro a La Solución. Habrá otras, quizás muchas, posiblemente mejores. Bastaría con que fuese una. Porque lo que actualmente tenemos nos aboca al desastre y es un camino que ya hemos explorado y lo sabemos erróneo.
He construido mi respuesta sobre el conjunto de mis experiencias y mi ideología pero no se corresponde plenamente con ellas. Esto es así porque he partido de la premisa de que fuese una respuesta realizable, que no supusiese una ruptura traumática respecto de nuestro mundo actual, que no requiriese de revoluciones violentas ni crisis terminales, es decir, que fuese alcanzable por simple reforma de nuestro modelo actual. Ello significa renunciar a principios ideológicos que estimo en aras a ser aceptable por la mayoría. Mi esperanza es que una alternativa imperfecta es mejor que una realidad equivocada. Y, al fin y al cabo, tal vez mis ideas sean las imperfectas.
He compuesto mi respuesta en un archivo PDF que no puedo cargar directamente en este blog por lo que lo he alojado en un popular servidor web de almacenamiento de archivos. Todo el que esté interesado en él puede descargarlo en esta dirección:
Una última cuestión. Me preocupaba especialmente la validez de mi modelo para dar respuesta al caso especifico español y en qué manera ayudaría a resolver su actual crisis. Una reciente y muy instructiva conversación con unos muy queridos amigos me ayudó a comprender algunos de los puntos específicos que dan singularidad a nuestro caso dentro de la crisis mundial.
El modelo particularmente especulativo de la economía de este país ha conducido en las últimas dos décadas al progresivo abandono de la inversión productiva en favor de los negocios fáciles en bolsa o hacia el mercado inmobiliario. Ello ha conducido a la perdida de tejido productivo (aunque aparentemente el alto crecimiento del PIB sugiriera lo contrario). Hoy, el déficit público, que en etapas anteriores había llegado a ser más importante que el actual sin suponer una amenaza tan funesta, es una losa terrible porque esa falta de tejido productivo impide afrontarlo sobre la base de un cierto endeudamiento. No queda más remedio que atajarlo. El problema es que se reposa el remedio en la masa de la población, reduciendo el gasto público, en lugar de optar por la estrategia de incrementar los ingresos aumentando la presión fiscal, en especial sobre las rentas más altas, que al fin y al cabo han sido las principales beneficiarias de la etapa de bonanza irracional de la que emana esta crisis. A medio y largo plazo, la pérdida de poder adquisitivo de la población lastrará la recuperación. En ese sentido, pienso que algunas de las medidas que propongo en el documento podrían ser una alternativa válida para recuperar la economía española.
Espero ansioso sus comentarios.