
Trabajar en un aeropuerto tiene el aliciente, no poco infantil, de poder contemplar de cerca los grandes pájaros metálicos. He de decir que son máquinas que siempre me han maravillado, por su tamaño, su elegancia y la extraña magia que hace que algo tan enorme y pesado pueda alzarse en el aire con suavidad. Sin embargo, lo cierto es que casi nunca me he decidido a fotografiarlos. Y no sé muy bien por qué.
Allí donde yo estoy, los aparatos que menudean son particularmente espectaculares aunque a mí me ponen un poco nervioso por razones que no vienen a cuento ahora. En cambio, mas raramente, dos de estos pájaros, unos de un tipo algo diferente, pasan una pequeña temporada aparcados frente a la ventana de mi oficina y han conseguido cautivarme.

Cada verano, un par de hidroaviones contraincendios hacen base en mi aeropuerto. Están ahí esperando una emergencia, como apoyo intermedio entre las bases de levante y las de zonas mas interiores. Se trata de aparatos ya vetustos, con las líneas y el gusto de otra época, fantásticamente diseñados y construidos, robustos, fiables (¡qué diferencia con los modos de fabricar de hoy en día ... !).
Su forma resulta sorprendente porque lateralmente parecen muy macizos pero de perfil resultan sumamente estilizados. Tienen un aire como de peces, como de enormes lubinas anaranjadas, parecido que se incrementa por los visores de observación de forma hemisférica que hay a cada lado del fuselaje y que, visto desde atrás, recuerdan a los ojos del pez.

He charlado algunas veces con sus pilotos y son gente realmente valiosa que se juegan la vida cada verano para que no perdamos lo poco que nos queda de nuestros bosques y zonas forestales. Pilotarlos es realmente difícil y se requiere mucha experiencia y pericia, principalmente a causa de los violentos cambios de sustentación que se producen al descargar el agua o al volar entre las turbulentas corrientes térmicas que envuelve los incendios. Es tarea solo apta para los mejores.
No son tiempos en los que derrochar sea la mejor idea y la cantidad de combustible que consumen los aviones es ciertamente escalofriante. En muchos sentidos pienso que habría que empezar a replantearse todo el concepto del transporte aéreo. Pero si tiene sentido quemar litros de queroseno para algún propósito, desde luego este es uno de ellos.